martes, 21 de diciembre de 2010

Ortega nunca ha respetado la Constitución

Onofre Guevara López

El retroceso de la condición profesional y no deliberante de las fuerzas armadas –más bien, de la cúpula del Ejército—, a la condición de copartícipe en un proyecto político personalista y autoritario, es lo más peligroso que ha ocurrido en 31años para el resguardo del orden constitucional. Hasta hoy, sólo las palabras del General Julio César Avilés (“El Ejército es de todos”) pretenden ser una garantía ante ese peligro.

Poca cosa como garantía –no porque el alto militar carezca de palabra de honor—, porque las condiciones actuales pesan más que su voluntad. Comenzando por el hecho de que el Presidente de la República no respeta su palabra, compromiso y deber de observar y vigilar por el cumplimiento de la Constitución, sino, hace lo contrario. No hablamos de las leyes ordinarias, cuyo valor ante el poder arbitrario es casi cero, sino de la Carta Magna, la mayoría de cuyos artículos y preceptos valen poco o nada ante la voluntad del presidente. Aquí falta espacio para enumerarlos todos, por lo que veremos los más evidentes.

El Artículo 2 Cn. establece que “el poder político lo ejerce el pueblo, por medio de sus representantes libremente elegidos por sufragio universal, igual, directo y secreto…” Pero es el primer artículo ignorado con el fraude electoral de 2008, con lo que se impidió una elección libre. (De secreto sí, hay mucho, tanto, que aún se desconocen los resultados reales).

El Artículo 4 obliga al Estado –por ende, a su jefe— promover y garantizar “…los avances de carácter social y político para asegurar el bien común, asumiendo la tarea de promover el desarrollo humano de todos y cada uno de los nicaragüenses, protegiéndolos contra toda forma de explotación, discriminación y exclusión.” Esto no ha sido así; ejemplos: miles de empleados corridos del Estado por no ser orteguistas; el presidente practicó una forma de explotación de los afectados por el Nemagón, poniéndoles a gritar consignas partidarias en las Rotondas. (Otras muchas formas de discriminación y exclusión practicadas, no caben en un artículo).

El Artículo 5 dice que “son principios de la nación nicaragüense: la libertad; la justicia; el respeto a la dignidad de la persona humana; el pluralismo político, social y étnico…” Las movilizaciones públicas son lapidadas; la justicia está siendo pisoteada hasta con la forma de estructurar y de hacer funcionar a la Corte Suprema de Justicia. No se respeta la libertad de conciencia ni la dignidad de la persona, porque el gobierno monta actos religiosos con el pretexto de la tradición; y obliga a miles de personas hacer largas filas durante horas, obligadas por su pobreza; sufren bajo el sol y el polvo, esperando que les den bolsitas con arroz y frijoles. El presidente se ha pronunciado contra el pluralismo político, y lo niega con su pacto con un político delincuente; se reparten las instituciones del Estado, y reformaron la Ley Electoral (de rango constitucional) para eliminar la participación electoral por suscripción popular.

El Artículo 7, define a Nicaragua como una “república democrática, participativa y representativa”, pero a Ortega se le antojó sustituirla por otra “cristiana, socialista y solidaria.”

El Artículo 13, dice que los símbolos patrios son: el Himno Nacional, la Bandera y el Escudo. La presidencia ha deformado el Escudo, con el mal gusto “sicodélico” familiar.

El Artículo 14 es corto: “El Estado no tiene religión oficial”, y cortado de raíz, pues el presidente y su consorte pregonan concepciones religiosas y practican ritos católicos en el gobierno, sus instituciones, sus medios de comunicación y hasta en su propaganda política partidaria.

El Artículo 15, sobre quiénes son los nicaragüenses nacionales o nacionalizados, está siendo violado en la persona y familia de Antonio Boschi.

El Artículo 26 se refiere “Al reconocimiento de su personalidad y capacidad jurídica” del ciudadano, pero lo anula al negar la cédula por motivos políticos, quitándole su capacidad jurídica de votar y el derecho a tener una identidad ante las instituciones y la ciudadanía.

El Artículo 27: “Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho a igual protección”, sin ningún tipo de discriminación; este es uno de los menos respetados, pues el tráfico de influencias en los órganos de justicia lo invalida.

El Artículo 29, se vuelve ilusorio cuando el presidente y su consorte utilizan los espacios políticos oficiales para pregonar y practicar ideas y ritos religiosos, violando el derecho a tener o no tener una religión. (Este artículo, junto al 14, es de los más violados).

Los nueve artículos –del 47 al 55— que contiene el capítulo de los Derechos Políticos, no tienen aplicación; sólo recordemos cómo se violan: se le quita y se da a capricho la personalidad jurídica a los partidos políticos; el pacto con Alemán no permite el derecho de participar en igualdad de condiciones en los asuntos públicos; se apedrea y garrotea a quienes hacen manifestaciones y concentraciones; se ataca a quienes ejercen el derecho de criticar “a los Poderes de Estado o cualquier autoridad”, etcétera.

Los catorce artículos del capítulo de los Derechos Sociales, los hace parecer “cartas al Niño Dios”; y el Artículo 66, es ejemplo de violación descarada: “Los nicaragüenses tienen derecho a la información veraz.” Veraz sólo el secretismo del presidente y el que les impone a sus funcionarios, más la nulidad de la ley específica sobre la información estatal, que impiden a los nicaragüenses toda la información.

Los diez artículos del capítulo de los Derechos de la Familia, contienen una hermosa declaración de amor platónico, para la niñez y la ancianidad. Lo poco que se cumple, tiene mayor proyección en la propaganda oficial que en el seno de las familias.

Por su nulidad se distinguen los derechos laborales y los derechos de las comunidades de la costa caribe. De los primeros, está el ejemplo de los atropellos a la libertad sindical en las instituciones del Estado, y la utilización de líderes oportunistas para manipular políticamente a los trabajadores. De los segundos, ya se sabe: la autonomía es una ley que ha servido más para clonar la corrupción administrativa en las dos regiones.

Los artículos referidos a los Poderes de Estado son minados por el autoritarismo del presidente (y requieren capítulo aparte). Pero vamos a referirnos a dos artículos “insignias” de sus demás violaciones: el 138, numerales 7 y 8, facultan a la Asamblea Nacional para elegir magistrados de la CSJ y el CSE, pero Ortega lo hizo por decretos, sin estar autorizado; el numeral 4, inciso A del Artículo 147, sus cómplices en la CSJ cometieron el delito de declararlo “inaplicable”, porque le prohíbe ser candidato a la presidencia por razones harto conocidas.

Quien crea que Daniel Ortega acata su obligación de cumplir y hacer cumplir la Constitución, será algún habitante de la Luna de visita en Nicaragua, un idiota de nacimiento… o un cómplice.

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Eliminar o conservar el Ejército?

Onofre Guevara López
En todas las formaciones sociales de la historia, desde el régimen esclavista hasta el régimen socialista, y por supuesto, pasando por la etapa capitalista, de la cual no hemos podido salir, las fuerzas armadas –ejército, policía y órganos auxiliares— no han sido independientes, sino instrumentos fundamentales en la estructura del “orden social establecido” para su defensa y continuidad. Esta frase tan familiar en el lenguaje sociológico, la repite el presidente Ortega en sus tres proyectos de ley militares.

Para la defensa del “orden social establecido” por la revolución nacieron nuestras fuerzas armadas, después de haberse derrotado al ejército guardián del “orden social establecido” por los interventores yanquis y su títere Anastasio Somoza García. La defensa nacional, nuestras fuerzas armadas también la ejercieron durante tres gobiernos neoliberales. Y esa función Ortega la quiere extralimitar de la defensa del “orden social establecido” hacia la protección de su propio proyecto político. En sus proyectos, Ortega reitera las mismas funciones del Ejército, pero tiende a hacerlo más dependiente de sus funciones presidenciales, que también tienen sus límites en la Constitución, pero que él los ignora. No se encuentra otra motivación dado que la defensa del orden social establecido ya está explícita en la Constitución Política (Título IV. Defensa Nacional. Capítulo Único, artículos del 92 al 97).

Frente a este proyecto, y por las prácticas abusivas del presidente, ¿se vuelve necesaria la eliminación del Ejército de Nicaragua, como sucedió en Costa Rica? No sería correcto responder en ningún sentido esta pegunta, porque son dos experiencias diferentes, producidas por las condiciones históricas concretas de cada país y, por ende, irrepetibles. No obstante, la ausencia de un ejército formal en el país vecino, no significa ausencia de órganos estatales para los fines represivos y defensa que existen en toda sociedad llena de contradicciones políticas y de clases. Además, Costa Rica, por afinidad de sistema político y social con los Estados Unidos, se siente protegida por esta potencia. De manera que si no hay ejército, sí hay fuerzas armadas organizadas por y al servicio del Estado.

Pero el hecho de no poderse afirmar ni negar categóricamente la necesidad de tener un Ejército en Nicaragua, no impide hacer la observación acerca de los beneficios que el país obtendría si ahorrara los enormes recursos que invierte para mantener unas fuerzas armadas improductivas para el país, aparte de que, como institución, tiene negocios que les producen. La cuestión que niega esa posibilidad es de otro orden. Es histórica y política, de país pequeño, débil y no desarrollado que lo hace –iguaal que a muchos otros pueblos— presa fácil del expansionismo y de las intervenciones militares, las cuales, como a otros pueblos, y muchas más veces que a otros, Nicaragua ya las sufrió en el pasado lejano y reciente.

Mal le fue al país, cuando no dispuso de fuerzas armadas patrióticas, capaces de defenderla. Por ser historia conocida, relevo de pruebas. Pero ahí están, grabadas en la historia. Y entre otros daños causados, se cuentan los territorios perdidos en el sur, en el norte y en el caribe de nuestra geografía: en tres ocasiones ha habido guerras, gobiernos traidores y ejércitos débiles en 1856 y 1927, más 1961, cuando los Somoza requerían estabilizar la dictadura heredada de su padre ajusticiado.

Lo que en esta etapa histórica se demanda es evitar que nuestras fuerzas armadas pierdan su carácter profesional y apolítico, y más que apolítico, no partidario que logró forjar. Que obedezca a la Constitución como se le ordena y define ella misma, para que no se repita el desgraciado caso del ejército antecesor, que nació por la voluntad de la intervención extranjera y devino en instrumento de la represión antipopular en manos de gobernantes ladrones y criminales. Y nadie lo debe olvidar –mucho menos los militares fundadores—, la cantidad de sangre y de vidas que costó al pueblo derrotar a ese ejército de la dictadura.

No hago un recordatorio sentimental, mucho menos gratuito. Es un llamado de atención patriótico ante un peligro inminente –el cual, ojalá lo sigua siendo y nunca un hecho consumado—, por las demasiadas evidencias de sumisión hacia las políticas deformantes de Ortega, con las cuales ha venido rondando las altas esferas del Ejército. Los halagos de altos cargos en el Estado al pasar a la vida civil, las concesiones para la obtención fácil de privilegios y beneficios, están sirviendo para ablandar caracteres y estimular ambiciones personales.

Ésa no es una práctica exclusiva del gobernante actual para deformar la misión del Ejército, aunque ahora Ortega está en una ofensiva sistemática y oportunista, aprovechando el conflicto con Costa Rica. El gobierno de Arnoldo Alemán, dio los primeros pasos con la Policía Nacional, otorgándoles privilegios materiales a algunos comisionados. Para las elecciones de 2001, ordenó al general Javier Carrión, sacar tropas del Ejército a intimidar a la ciudadanía una noche antes de los comicios. Sin olvidar que los únicos estudiantes muertos en las calles de Managua después de Somoza, los hizo la actual Policía Nacional, bajo la jefatura de Fernando Caldera, y durante la presidencia de Violeta Barrios. Que tampoco se olvide que el ex presidente Enrique Bolaños, vinculó al Ejército con la invasión norteamericana de Irak.

Durante la celebración del 29 aniversario del Ejército, el general Omar Halleslevens clonó el discurso de Daniel Ortega contra los medios de comunicación. Son experiencias que no deben echarse en saco roto, porque reflejan los antecedentes de la ofensiva actual del presidente Ortega contra la condición apolítica, profesional y no partidaria de las fuerzas armadas. Tras ese objeto, Ortega no ha estado solo, y a diferencia de los presidentes anteriores, cuenta con inagotables recursos económicos, y la identidad política e ideológica con los jefes del Ejército. Y, ¿por qué no decirlo?: hay la tendencia entre altos mandos a participar del enriquecimiento personal, aprovechando las ventajas que da el poder, para lo cual Daniel Ortega es su modelo.

Existen muchas razones para aspirar a no tener un ejército, máxime cuando, como ahora, hay condiciones para corromper su vocación patriótica. Pero no es sencillo aspirar a no tener ejército en una coyuntura histórica que, básicamente, sigue siendo la misma del pasado nicaragüense. Sin este Ejército, al que debemos proteger, y él debe protegerse de las manipulaciones, no estaría garantizada la soberanía nacional. Pero eso no debe ser estímulo para abandonar la crítica contra las leyes de Ortega.

Y pensar siempre que el peligro no está en la frontera sur, sino en las fronteras de la historia: el expansionismo imperial y el derecho a tener una patria soberana.

ORTEGA POLITICO TENEBROSO


Hugo J. Vélez Astacio

14 de diciembre del 2010
Quien no conoce el pensamiento político del escritor y analista doctor Julio Ignacio Cardoze, después de leer el recién interesante artículo titulado “Daniel Ortega personaje del año 2010”, que contiene mucho de ingenuidad y algo de incauto así como un equivocado enfoque, fácilmente el lector se ciñe el nudo de la cabuya que guinda del árbol para ahogarse como igual lo hace quien se introduce en un pozo lleno de cicuta.

Lo anterior es porque en el artículo referido, se hacen resaltar los resultados políticos conseguidos por el señor Daniel Ortega, como si fuesen fruto de méritos y esfuerzos de buenas acciones morales de un individuo probo, al margen, que más bien son botín, propio de acciones malignas, ilícitas e ilegitimas en búsqueda de sus intereses muy particulares que dañan la libertad, el progreso y la vida en democracia de toda una sociedad que reiterativamente ha sufrido los desmanes de tipos como Ortega.

He leído en muchas otras oportunidades al doctor Cardoze, y creo no sea esta su intención. Si bien el artículo lo precede una aclaración conceptual basada en el epígrafe del doctor Hildebrando H. Castellón, que en política “triunfa el carácter sobre el talento”, otorgándole la razón es hacerle llegar agua al molino del dictador Ortega, y más aún porque a reglón seguido manifiesta, que “en la cultura nicaragüense, tradicionalmente, los que ganan son los que tienen la razón”, como si esto último es una verdad absoluta, obviando que ganar no lo es todo, si lo obtenido no es licito mucho menos moral. Lo sucio del Ortega de hoy, es lo mismo de lo que fue Somoza ayer, o la actitud traidora de Moncada en mayo de 1927, o lo indigno de Adolfo Díaz en 1912 y 1927 al solicitar la invasión extranjera para llenar de sangre nuestro suelo patrio, solo para mencionar algunos individuos de la lista que son de triste recordación en la historia de nuestra querida Nicaragua.

Pero, antes de continuar, creo necesario considerar que el ingenuo escrito del doctor Cardoze acerca de tildar como personaje del año a Daniel Ortega, es de alguna manera un producto del fenómeno en donde el secuestrado de los desmanes de su agresor, muy por encima de estar condenando las barbaridades de no tener su libertad, se transforma complaciente y potencializa las acciones de su captor valorando con cualidades, mérito y aprecio al sujeto que lo daña hasta mostrarle cariño.

Es verdad que la inteligencia no está negada a los malignos. En la historia abundan personajes históricos que asistiéndoles tenacidad y perseverancia eran hábiles para lograr sus propósitos. Pero, ¡Desgraciadamente para fines siniestros y funestos! V. I. Lenin, Joseph Stalin, Fidel Castro, Benito Mussolini y Adolfo Hitler, son solo unos de los más connotados.



La historia es la ciencia que estudia al hombre a través del tiempo, sin embargo su estudio está siempre supeditado a su relación con su comunidad y con el desarrollo de la sociedad que le es inherente y propia. De ahí que la historia es la maestra de la vida. No cabe duda que a Daniel Ortega le asiste cierta inteligencia, y como buen comunista ha estudiado la historia de Nicaragua, en la que Somoza sobresale como figura par y dictador afín, de ahí que lo anterior, a Daniel Ortega le ha permitido que actué con eficacia para lograr lo que considere conveniente a sus interés particulares, lejos muy lejos de la causa y razones inspiradoras que le permitieron ser un dirigente más, al luchar para botar a la dictadura de Somoza en el año 1979. Pero de ahí a ser personaje del año, la cosa cambia y es otro asunto a considerar.

Coincidimos con el doctor Cardoze que Daniel Ortega actúa con eficacia, sin embargo lo anterior tiene poco o nada de valor si lo mismo no se acompaña con eficiencia. En el ámbito histórico cabe recordar el logro de la batalla por el rey Pirro a costa que su ejército resultara totalmente diezmado; fue una victoria Pírrica. En el plano social nicaragüense fresco está en la memoria aquel sujeto de apellido Jerez disfrutando en la piscina de la terraza de la mansión a la orilla del mar a costa del erario público. Pero que como castigo no puede mirar de frente delante de sus hijos. En el plano político ser eficiente es actuar con ética y con moral; cosa diferente, distinta y distante de los individuos que actúan como delincuentes políticos, lejos de acciones meritorias como para ser personajes del año como es el caso que nos hace escribir el presente artículo. En política un triunfo electoral logrado con honestidad es todo un orgullo no solamente para el candidato elegido, sino también una grata complacencia para los electores en general; pero si el resultado electoral es producto de la deshonestidad que hace tipificarlo como fraude, la vergüenza e inmoralidad al candidato “vencedor” es un baldón que le asiste siempre. Los personajes políticos se distinguen por ser hombres probos. Los tipos políticos como Daniel Ortega, son un baldón en la clase política de nuestra historia.

Para finalizar al valorar este año la figura de Ortega, después de ver como se ha impuesto abusando del poder y violar reiteradamente de manera flagrante la Constitución Política para hacer valer su capricho continuista de pretender reelegirse el próximo año, a pesar de no tener derecho a ser candidato, se viene a nuestra memoria el nombre de aquel individuo que bien podría ser su par, porque habiendo influido muchísimo sobrevivió a personajes de la Revolución, como Marat, Danton, Barras, Robespierre e incluso al propio Napoleón mediante el abuso y el terror como ejemplo de la maldad y de la mezquindad propio de hombre abominables. Me refiero al mismo individuo que asistiéndole una gran inteligencia logró sobreponerse a los adversarios políticos tratándolos como enemigos. “Joseph Fouché el genio tenebroso”.

martes, 30 de noviembre de 2010

El fin anunciado del Estado de Derecho

La fuente de la cual se desprende tanto derroche de prepotencia e imposiciones por sobre la Constitución y todo el orden jurídico nacional, con el fin de lograr la reelección de Daniel Ortega, es la enorme cantidad de dinero emanado de la cooperación exterior, en primer lugar, de Venezuela, destinada a la campaña electoral del ya bastante próximo 2011. La suma calculada es no menos de un mil quinientos millones de córdobas. Difícil precisar la cantidad, pero en todo caso, no es menor a lo que podría utilizar, y talvez sea mucho más. Cuanto sea, lo seguro es que nadie en nuestro país posee tanto dinero para gastarlo a manos llenas, buscando la conservación y ampliación de su poder político y económico
Onofre Guevara López

El anuncio extraoficial del primer secretario de la Asamblea Nacional, Wilfredo Navarro, sobre que la reunión final del actual período legislativo será próximo 5 de diciembre, indica que no habrá reforma constitucional ni la elección de los funcionarios que operan de facto en los poderes Electoral y el Judicial, ni en la Contraloría y la Comisión de Derechos Humanos. Este anuncio tiene una intención mucho más dramática que lo sugerido por las simples palabras de Navarro, pues ha dicho a nación, nada menos, que funcionará bajo un Estado de facto, al margen de todo derecho, bajo la voluntad dictatorial de Daniel Ortega, de inscribirse como candidato burlando la prohibición constitucional.

Sencillamente, se trata de un golpe de Estado. Y de ello se derivarán, por lo pronto, cuatro situaciones: 1) que siendo Navarro el primer secretario del pacto en la junta directiva de la Asamblea Nacional, se trata de una decisión anticonstitucional compartida por Ortega y Alemán; 2) que logrado ese tipo de “consenso” bipartito, Ortega se habrá impuesto por sobre el orden constitucional, con la complicidad del PLC; 3) que las otras representaciones parlamentarias perdieron la capacidad de influir en el curso de los acontecimientos políticos y legales; y 4) que se abrirá un proceso político al margen de los pactistas, con la libertad de las fuerzas antidictatoriales para abrir cualquier camino en defensa de la Constitución y la legalidad del país.

Dos de esas primeras cuatro posibles situaciones serían controladas por Ortega, con las fuerzas políticas, económicas y burocráticas del poder que controla, más el refuerzo de Alemán, su cómplice principal. La tercera situación será responsabilidad de los sectores de oposición parlamentaria, cuya mayoría acostumbra actuar con veleidades y oportunismos. Y la cuarta situación, dependerá de las fuerzas de oposición, obligadas a construir una coalición amplia, ahora apenas en proceso germinal.

Eso significa, la amenaza de que el país seguirá gobernado, casi sin solución de continuidad en su historia, con métodos personalistas dictatoriales de fuerzas políticas corrompidas en el ejercicio del poder, de una u otra corriente ideológica, pero identificadas en su desenfrenada ambición de poder, de dinero fácil y del disfrute privilegiado del mismo. Dentro de esas fuerzas, el orteguismo que opera a la sombra del sandinismo oficial, se ha convertido en la determinante no por su número, sino por la característica de operar con una disciplina, más como una fuerza militar, que como una fuerza política ideológica.

Pero su capacidad operativa, y cautiva como fuerza electoral, no es tan unitaria en lo ideológico como se ha supuesto. El orteguismo, que sigue cobijado bajo el nombre del FSLN, no funciona como partido político, sino como fuerza de choque con disciplina militar en distintos frentes, con una composición social heterogénea en su mayoría amalgamada con el incentivo económico, o por medio de toda clase de prebendas que emanan de un poder absoluto, sin el control institucional.



Los ministros y altos funcionarios estatales forman la primera fila, con los súper salarios, pese a lo cual no son éstos los que ofrecen las mejores posibilidades de enriquecimiento, si no las posibilidades de hacer negocios lucrativos con el tráfico de influencias. La posibilidad de hacerse de un ingreso familiar amplio y fabuloso, empleando a toda la parentela en cargos de todos los niveles y salarios, aunque no todos sus miembros sean aptos para desempeñarlos cabalmente.
Luego, vienen los funcionarios intermedios, menores y operadores políticos dentro de las instituciones, oficinas estatales y municipales. De este hecho han surgido dos fenómenos negativos desde inicios de 2007: miles de personas de ambos sexos, no orteguistas, despedidas de todo el Estado, como no lo había hecho ninguno de los gobiernos neoliberales anteriores; y la entrega masiva del carné del Frente entre viejos y nuevos empleados –hasta llegar a un millón, según el orteguismo—, unos obligados por el terror a quedar en el desempleo, y otros por el afán de incorporarse a un trabajo, después de un largo y doloroso período sin trabajo ni ingresos formales. Su fin: tenerlos como potenciales votos cautivos, y aunque no tengan la seguridad de lograrlo, les serán útiles para montar el fraude.

En los lugares inferiores de la pirámide orteguista, está incorporada una masa de gente pobre conquistada con pequeñas prebendas para ocuparla como activistas y propagandistas del culto a la personalidad de Daniel, y participantes en las concentraciones públicas progubernamentales. Entre esta masa popular, han quedado una buena cantidad de humildes sandinistas de sincera militancia –aunque no de carné—, con un historial de lucha durante las insurrecciones, como colaboradores con los combatientes populares. No pocos de ellos arriesgaron sus vidas y la seguridad de sus familias durante los años de resistencia popular a la dictadura, entre ellos las madres y padres de mártires de la revolución.

Esta composición humana y social que forma parte de la base del orteguismo, no está unida por convicción ideológica, sino por fidelidad a la causa sandinista original, fuertemente motivada por razones sentimentales. Son personas sinceras y sencillas que no han perdido la esperanza de tener una patria libre y progresista, y aún no han logrado distinguir entre el engaño de los líderes orteguistas enriquecidos en el poder y su proyecto de perpetuarse en el mismo, indefinidamente. Quizás esta gente sea la única reserva moral de que dispone el orteguismo.

La fuente de la cual se desprende tanto derroche de prepotencia e imposiciones por sobre la Constitución y todo el orden jurídico nacional, con el fin de lograr la reelección de Daniel Ortega, es la enorme cantidad de dinero emanado de la cooperación exterior, en primer lugar, de Venezuela, destinada a la campaña electoral del ya bastante próximo 2011. La suma calculada es no menos de un mil quinientos millones de córdobas. Difícil precisar la cantidad, pero en todo caso, no es menor a lo que podría utilizar, y talvez sea mucho más. Cuanto sea, lo seguro es que nadie en nuestro país posee tanto dinero para gastarlo a manos llenas, buscando la conservación y ampliación de su poder político y económico.

Quienes colaboran con este dinero desde el exterior para la imposición indefinida del orteguismo en el poder, por estar engañados con su discurso demagógico, o por la afinidad política de amor al poder y al enriquecimiento, nunca serán vistos a través de la historia como autores de un gesto de solidaridad con el pueblo nicaragüense, sino como cooperadores necesarios del delito de lesa patria y lesa democracia.

Pero aún habrán de contar con la decisión de lucha del pueblo nicaragüense por la constitucionalidad y sus derechos democráticos.

martes, 23 de noviembre de 2010

Democracia, río y soberanía

Onofre Guevara López
La inflexibilidad ideológica, o dogmatismo, es un valladar inexpugnable para las ideas que –sin ser nuevas— al menos han sido refrescadas con las experiencias de muchos procesos revolucionarios. Me refiero a la idea de democracia, la que ha sufrido una división ideológica, por ende, artificial, entre “burguesa” y “socialista o popular”. Pero, de hecho, todo depende de qué tendencia controla el poder para que la democracia funcione a su favor, con lo cual le pierde su auténtico sentido para los demás.
La burguesía tradicional no tiene el control del Estado y, por ello, no puede orientar ni ejecutar políticas propias, pero lucha por preservar lo básico del sistema social capitalista, la propiedad privada, y el orden jurídico que le es propio. Es decir, vigila la conservación de sus derechos, por medio de sus organismos empresariales y los partidos que les son afines.

Esta misma burguesía, cuando ha estado en el poder, no ha priorizados los programas sociales, sólo en términos demagógicos, de forma limitada y hasta dónde las luchas obreras la han hecho ceder. Es su práctica de la democracia. Fuera del poder, cuando sus derechos los siente afectados, despierta su interés por la democracia, y en eso coincide con los organismos populares y progresistas que luchan por darle su sentido auténtico a la democracia.
La neoburguesía que encabeza Daniel Ortega, controla el Estado a nombre de una revolución intangible. Aquí no existe ninguna revolución, sino un proyecto político sobre la base de la explotación de los recursos del Estado, con un sistema ni siquiera mixto capitalismo-socialismo, sino algo cercano al precapitalismo y al caudillismo de finales del Siglo XIX, con demagogia del Siglo XXI (sólo ha cambiado de lugar los números romanos). Incluso, atropella derechos conquistados, y ha unido su cúpula con el Cardenal Católico al estilo colonial, pese a la crítica de la jerarquía oficial. Obando, no domina la conferencia episcopal, sólo representa al sector más conservador. Su alianza con Ortega, viola el mandato constitucional de que el Estado nicaragüense no tiene religión oficial.

En estas condiciones, surgió el conflicto Costa Rica-Nicaragua en torno al Río San Juan, y ahora Ortega aborda los problemas nacionales en dos espacios distintos: el patriótico y el político. Con uno pretende hacerse una imagen como defensor de la soberanía nacional; con el otro, donde busca consolidar su aspiración reeleccionista.

En el primer espacio, Ortega se apoya en un derecho histórico, los tratados, los laudos y el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Esto le ha valido el apoyo nacional, que no es una patente para su pretendida reelección, pero lo pretende. Y mientras atiende la negociación diplomática en el espacio exterior atiende las maniobras inconstitucionales tras el objetivo de reelegirse.

Para lograrlo, Ortega subordina un espacio al otro, como sucede con su propaganda, llamando al sentimiento patriótico con un doble mensaje: “El Río San Juan es nuestro. Daniel 2011”. Es decir, la defensa de la soberanía nacional, en detrimento de la soberanía popular, por cuanto le niega al pueblo el derecho de escoger gobernantes, dado que pretende imponer su candidatura, estando expresamente prohibida por la Constitución.
Sublimidad patriótica y politiquería juntos, pero incompatibles. Así, con posturas contradictorias, el gobierno atiende la defensa de la soberanía y limita la democracia, porque para tratar de imponer su reelección, le estrecha su sentido. Para ello, el orteguismo ha logrado dividir a los partidos, a la iglesia y a la sociedad, más allá de lo que les divide sus intereses encontrados y sus naturales contradicciones.

Para dividir a los partidos, a Ortega les ha comprado votos y voluntades a los más oportunistas de cada uno. Para hacer lo mismo con la iglesia, el presidente Ortega ha estrechado su relación con Obando, fundada en el mutuo interés, y pese a que hace unos años atrás no se toleraban, ha llegado a consolidarla, tolerando la corrupción de Roberto Rivas, ahijado del Cardenal, ex presidente y candidato de Ortega a la reelección en el CSE, donde, a su vez, Rivas le atiende sus órdenes. Todo acrecienta la sospecha de que unidos esconden propósitos económicos ulteriores, aparte de los doce millones de córdobas del presupuesto de la república para la Universidad Católica, propiedad de Obando y de Rivas.

Dentro de esta realidad, el discurso orteguista pretende sustituir la democracia con un engendro de sociedad “Cristiana” (una concesión al Cardenal, y para la caza de creyentes); “socialista” (un desvarío demagógico); y “Solidaria” (algo practicado de forma similar a la caridad). Debajo, al lado y en el fondo, la propiedad privada de la nueva burguesía, convive con la propiedad privada de capitalistas colaboradores o tolerantes de las políticas estatales, propicias para todo el enriquecimiento que puede permitir la utilización de los mecanismos del poder.
Con esa consigna, Ortega da una justificación “ideológica” a su engendro, confrontándola con los hechos y las realidades económicas-sociales, dentro de un ámbito de irrespeto al orden constitucional, una actuación al margen de una estructura jurídica que garantice la eficacia y la transparencia administrativa, más los derechos de los ciudadanos. El orteguismo destruye el orden jurídico constitucional o lo ignora.

Imposible concebir una democracia sobre el desorden jurídico, la falta de respeto a las leyes o con leyes sin aplicación y sin control sobre las actividades administrativas del Estado. Algunos orteguistas están claros de que su gobierno viola la Constitución, pero intentan justificarlo con el argumento de que no importa lo ilegal, cuando el fin es garantizar “el poder del pueblo”. Esto es pretender trocar legalidad por la voluntad personal; el derecho jurídico por el derecho individual a ordenar y mandar al gusto; la institucionalidad por la autoridad sin ley; y el poder institucional por el poder partidario.

Arguyen también, que la revolución es fuente de derecho. Pero, sucede, que aquí y ahora no hay revolución; el orteguismo alcanzó el poder por la vía electoral (aún cuando no pueda probar que todo fue transparente). El origen de este gobierno sólo tiene que ver con las artimañas politiqueras tradicionales, de las cuales el pacto Ortega-Alemán es su mejor ejemplo.

Este gobierno carece de raíz revolucionaria, por lo tanto, le es ajeno un programa de transformaciones económicas y sociales adecuado a las necesidades del desarrollo técnico y material del país. En cambio, se ha dedicado a repartir baratijas, con aires de caridad navideña y con carácter electorero.

Sin democracia y sin soberanía popular, el orteguismo no es capaz ni está interesado en defender de verdad la soberanía nacional.

lunes, 25 de octubre de 2010

Pronunciamiento del Mov. Contra la Reeleccion y el Fraude

Ilegalidades, sobornos y chantaje

no legitima candidatura de Ortega

Al paso de una ofensiva orquestada con decretos ilegales, maniobras palaciegas y una política de chantajes y sobornos, Daniel Ortega, cumpliendo unciones politiqueras partidarias y no como presidente de la república, está desactivando en lo fundamental nuestra Constitución Política. Desde su inicial desconocimiento de la prohibición constitucional de la reelección continua y para quien ya cumplió dos períodos, hasta el decreto de la espuria Sala de lo Constitucional de una Corte Suprema de Justicia domada, declarando inaplicable el artículo 147 cn., el presidente Ortega no actúa si no en función de imponerse por encima del orden jurídico normado por la Constitución Política.

Nuestro Movimiento Contra la Reelección y el Fraude, que surgió con el objetivo central de defender la Constitución Política y el orden jurídico en su conjunto, considera perjudicial y peligrosa para los derechos democráticos de los nicaragüenses esta ofensiva del orteguismo. Al mismo tiempo, piensa que, aun si lograra imponer su ilegal candidatura, nuestra lucha no variaría en lo esencial, por cuanto nada de lo ilegalmente actuado por el presidente Ortega alcanzará ningún ápice de legitimidad. Aun si lograra los 56 votos parlamentarios por reformar la Constitución, tampoco le daría legitimidad a su candidatura, por cuanto sólo podría lograrlos con sus mismos recursos ilegales, sobornos y chantajes. Lo que empieza viciado termina corrupto, y jamás se podrá legitimar.

Y aun cuando el ya manoseado orden jurídico fuera burlado con sus ilegalidades, sería rechazado con el mismo fundamento ético que, históricamente, miles de nicaragüenses nutrieron su lucha tras el fin de poder estructurar un Estado democrático, progresista y con justicia social. A un Estado tal, sólo se puede acceder de forma legítima, respetando su Constitución y sus leyes, o rebelándose contra las fuerzas opresivas que las burlan.

La prolongación de un sistema político contrario a esos objetivos de interés nacional sobre la base de ilegalidades, no hará si no deslegitimar aún más la empresa política aventurera que Daniel Ortega y sus secuaces ha emprendido. Tampoco lo podrá legitimar el hecho de que en tal empresa el orteguismo cuente con la complicidad de sectores políticos oportunistas; al contrario, insistimos, nada que nace ilegítimo puede servir para ganar legitimidad.

Para confirmar esta verdad, están los hechos: podría imponerse la candidatura ilegal de Ortega, pero eso no cambiaría –y lo más probable es que empeoraría— la situación de pobreza que viven amplias masas populares. Con la candidatura ilegal de Ortega y la consumación del fraude que de forma latente ha venido construyendo con el Consejo Electoral corrupto que busca reelegir, no habrá una detente para la corrupción general, pues la ilegalidad sirve para proteger los abusos y nunca para erradicarlos. La complicidad de falsos partidos opositores, nunca podrá alimentar de legitimidad las ilegalidades de este gobierno, porque ellos mismos son representaciones espurias de la población de la cual dicen haber recibido sus votos.

Nuestro Movimiento Contra la Reelección y el fraude, excita de nuevo a las fuerzas patrióticas de oposición, cualesquiera sean sus fundamentos ideológicos, a:



1) Reforzar la lucha en defensa de la Constitución Política y el orden institucional en esta escalada que ejecuta el orteguismo;

2) Denunciar y rechazar la pretensión de Ortega y Alemán de reelegir a los actuales miembros del CSE, en una operación en la cual el segundo pretende mantener su cuota de poder a cambio de aceptar la candidatura de Ortega para las elecciones del 2011 ;

3) seguir enarbolando las banderas de la lucha histórica por el respeto a los derechos democráticos de todos los ciudadanos, cualquiera sea el avance alcanzado por el autoritarismo;

4) demandar transparencia y rendición de cuentas de la colaboración venezolana, que ahora sirve de soporte material de la ofensiva anti constitucional;

5) desplegar sus actividades de carácter democrático, nacional y popular, frente a las fuerzas regresivas del orteguismo y sus cómplices;

6) identificarse con una ética política contraria al oportunismo y la corrupción que sigue caracterizando al oficialismo y sus aliados;

7) pugnar por una legislación que penalice el latrocinio de los funcionarios públicos y lo considere como delito imprescriptible, de lesa humanidad y perseguible de oficio.



Nuestro MCRF, hace una excitativa más a las fuerzas progresistas y democráticas de oposición a materializar su unidad, a identificar y luchar por una alternativa política o programa mínimo sin sectarismos, y que contemple buscar soluciones a las demandas cotidianamente planteadas por la población nicaragüense más empobrecida. Todo, sin matiz demagógico alguno, sino contrario a todo lo que hace el gobierno actual; y, sobre todo, sin que el progreso social sirva como “compensación” o como pretexto para cercenar las libertades y los derechos democráticos de todos los nicaragüenses.



Managua, 24 de octubre 2010.

martes, 19 de octubre de 2010

Decretazos”, igual que golpe de Estado

Onofre Guevara López

La amenaza de instalar una dictadura está agotando la ruta hacia su meta. Una dictadura puede ser aunque carezca de presos políticos y de la primacía militar en el poder, pues basta tener todo el orden constitucional bajo arresto, porque así se le priva de las libertades a todos de una vez. Lo esencial de una dictadura, es desconocer y pisotear el orden constitucional, ignorar los derechos individuales y las libertades públicas, e imponer el continuismo del poder omnímodo de un caudillejo, gestor de corrupción y autocomplacencias.

La forma descarada, ilegal y cínica con que el orteguismo ha logrado ir más allá de la captación de la obediencia de los magistrados del Consejo Supremo Electoral, de la Corte Suprema de Justicia y de convertir el Poder Legislativo en una bolsa de valores, confirma el avance hacia una plena dictadura. Tras ese objetivo, la Constitución Política, columna principal de la estructura jurídica del Estado, es la primera en carecer de vigencia plena.



Nunca una Corte Suprema de Justicia y un tribunal electoral –ni cuando los duros días bajo la dictadura militar somocista— se habían convertido en unos entes públicos tan indignos de respeto, al extremo de sentirse vergüenza ajena cuando a los magistrados y a los usurpadores les mencionan sus nombres, precedidos del adjetivo “honorables”. Y, en esta postración moral en que han caído estas instituciones, sería ingenuo imaginar que Ortega podría tener el interés y el ánimo de hacer una rectificación del rumbo de la ilegalidad que ha tomado. Menos, habiendo partidos “opositores” que actúan con evidente complicidad.



El ánimo y el interés no son autónomos de la ambición de poder político, del poder de la riqueza acumulada y del ansia por acumular aún más y protegerla. La vida de opulencia, bienestar y despilfarro de los líderes del orteguismo, ya forman una sólida gama de hábitos bien arraigados. Y a estas alturas, ningún conjunto de poder político y económico de esta naturaleza, creado a fuerza de una aviesa voluntad, se disuelve fácil, sino por la acción conjunta de la mayoría del pueblo. En los resquicios mentales de los posesionados de ese poder, no cabe la duda de mantenerlo al costo que fuere. Por eso, el orteguismo ya es sinónimo de mafia plutocrática y dictadura política.



Los conceptos plutocracia y dictadura política se hacen tangibles a través de los hechos, y toman variadas medidas, que van desde grandes negocios de importación, hasta el negocio con el pan cotidiano; desde mansiones de extraordinario valor y de comodidades propias de su estirpe habitacional burguesa, hasta modestas propiedades urbanas; desde universidades para quienes tengan buenos ingresos, hasta centros escolares para todos los niveles educativos e ingresos salariales; desde la disponibilidad de los recursos del Estado para ofrecer puestos de trabajo burocráticos (eso de “trabajo” es un decir) con salarios arriba de los cinco mil dólares, hasta humildes y peligrosos puestos de vigilancia nocturna con salarios de hambre. En todos los casos, los ven como prebendas para ganar incondicionales. En fin, tienen desde hoteles cinco estrellas, hasta humildes “casas para el pueblo”; en el primer caso, la cúpula es dueña absoluta de sus ganancias, y en el segundo, es su área de tráfico de influencias para el enriquecimiento de jefes segundones, parientes y agentes políticos.



Y en medio de los negocios extremos, tienen los ingresos del Estado, de la cooperación venezolana y los ingresos municipales para su monstruosa política de carácter electoral de todo el año, desde su ascenso al gobierno, hasta el aún lejano período electoral oficial, en la que destaca la promoción del culto a la personalidad de Daniel Ortega. Esta promoción va más allá de la candidatura presidencial que aún no tiene ni lo puede tener, según lo ordena la agonizante Constitución Política. El esfuerzo se orienta a erigirle a Ortega una imagen de “dios” terrenal, con pretendida bendición del Dios celestial, a quien Ortega invoca en sus actos políticos.



Dentro de este esfuerzo por crear idolatría en torno a la imagen de Ortega, es que surgen –y se explican a la vez— dos tareas ejecutadas durante los casi cuatro años que lleva de nuevo en el poder. Una, defender el supuesto derecho de permanecer indefinidamente en calidad de presidente de una república, a cada instante más parecida a una hacienda privada; la otra, sustituir en la lucha ideológica los principios básicos de la revolución, por un lenguaje elaborado con la rara mixtura de propaganda y lenguaje seudo religioso.



De ahí que tengan al país saturado de rótulos, “jingles” radiofónicos y “spot” televisivos que hablan de una revolución que no se ve ni se puede sentir, porque no existe. Las palabras “cristianismo, socialismo y solidaridad” están zurcidas sobre una realidad en la que no se reflejan ni se pueden reflejar, sino como meros conceptos. La propaganda orteguista es tan burda como costosa para los nicaragüenses, no para ellos, que disponen de los millones de dólares del pueblo venezolano, y no les cuesta más que las gracias. (Las desgracias serán para las generaciones de nicaragüenses de hoy y del futuro).


Ante la evidencia de la falta de cambios estructurales en Nicaragua, con lo cuales se pudiera imaginar siquiera un proceso revolucionario, resulta demencial y ridícula la afirmación de que esos “cambios” no se hacen ostensibles, porque se trata de una “revolución pacífica”. La suponen “pacífica”, porque en esta su “segunda etapa” no está bajo el ruido de armas, pero creen ocultar que se produce a diario la destrucción del orden constitucional, como sólo es posible verlo y sentirlo durante la ejecución armada de un golpe de Estado.


Aunque fueran ciertos los cambios y el avance revolucionario pacífico, no valdría la pena tenerlos en detrimento de los derechos y las libertades. Tampoco lo vale, dejarlas al arbitrio de cualquier caudillejo. Esos derechos irrenunciables para el nuestro y cualquier otro pueblo.


A medida que con dislates, perversidades y el dinero venezolano el orteguismo viene estructurando su dictadura, se hace más obligado pensar sobre cuánta responsabilidad corresponde al presidente Hugo Chávez –y a los gobiernos que apoyan a Ortega—, respecto a nuestra situación política. No pienso en la responsabilidad inmediata y directa de lo que aquí ocurre, porque de eso somos responsables los nicaragüenses por permitirlo, sino en cuanto al fortalecimiento de sus ambiciones dictatoriales.



Por ahora, eso no será posible saberlo. Pero mientras el dinero siga fluyendo hacia los bolsillos de Ortega, será más evidente la responsabilidad de quienes, desde el exterior, ajenos a nuestra realidad y a nombre de una solidaridad pervertida, estimulan a los que pretenden seguir ilegalmente en el poder, atropellándolo todo.

martes, 12 de octubre de 2010

La izquierda y las alianzas en la historia

Onofre Guevara López

END - 19:40 - 11/10/2010

Hay palabras, frases y conceptos que facilitan la comprensión de las cosas y de los problemas de la sociedad, pero parecen triviales sólo por el uso exagerado que se hace de los mismos. No obstante, no pierden su valor de representación. Por ejemplo, la frase que nos invita sabiamente a no olvidar los errores de la historia para no condenarnos a repetirlos.


Trivial o manida, la frase ayuda a comprobar algunos errores repetidos en la historia de las oposiciones políticas a diferentes dictaduras, durante los últimos sesenta y seis años (1944-2010).



Anastasio Somoza García tras su reelección en los comicios de 1946, después de haber dado el golpe de Estado a Juan Bautista Sacasa, de haberse hecho elegir presidente, y Carlos Brenes Jarquín, cumplido su papel de títere, provocó una oposición mayoritaria, pero desunida. La oposición formal la hacía el Partido Conservador; el Partido Liberal Independiente surgió en abril del año 44, integrado por ex miembros del Partido Liberal Nacionalista, de Somoza García. En julio del mismo año salió a luz el Partido Socialista Nicaragüense. Y durante ese proceso antireleccionista, surgió el movimiento estudiantil de la “generación del 44”.



No fue la primera ocasión que nuevos partidos rompían el monopolio político libero-conservador, pues antes se habían organizado partidos de carácter ocasional, pero fue la definitiva. El PLI atrajo a los sectores populares y de clase media, y el PC se vio obligado a cederle su casilla electoral al candidato del PLI, doctor Enoc Aguado. El PSN surgió en medio de una discusión interna sobre si organizarse como partido comunista o como partido popular, con un documento que no había sido discutido colectivamente, y debido a eso, cayó en errores de juicio sobre la situación política nacional.



El PSN fue sádicamente atacado por los conservadores, no por sus errores de juicio, sino por verlo como una quinta columna del “comunismo intencional”. Y, para congraciarse con la embajada gringa, acusaban a Somoza de haberlo organizado, y a los socialistas de ser agentes de Somoza. Un error político contra la unidad opositora, pues ninguna de las dos cosas tenía que ver con la verdad, pero eran tomadas como tal por sectores poco ilustrados políticamente, y además, aterrorizados por la campaña anti comunista típica de “guerra fría”, recién iniciada.



Sólo el movimiento estudiantil, en el cual había socialistas, se unía con el PSN en actos políticos, igual que alguna gente del PLI. Cuando se logró la unidad PLI-PC, dejaron fuera al PSN, el cual hizo su propia campaña de oposición, y tuvo negociaciones con Aguado, quien confesó no querer su acercamiento por temor a la reacción de la embajada gringa; incluso, dio fe de su anticomunismo. Con todo, la oposición ganó las elecciones del 46 de forma contundente, e igual de contundente fue el fraude que no pudo evitar. Somoza impuso a Leonardo Argüello, a quien derrocó 27 días después.



Las lecciones: a) no vale obtener la mayoría de los votos, si el árbitro electoral es corrupto y al servicio del gobierno; b) por sectarismo, la derecha le hizo el juego a Somoza García: mientras vertía su odio anticomunista contra el PSN, el dictador reprimía a derecha e izquierda. Una huelga laboral que dirigían los socialistas en la fábrica textil (Payco, 1945) del líder de la oposición, Carlos Pasos, Somoza la reprimió en apoyó del propietario, mientras éste acusaba a los socialistas de ser agentes de Somoza. Así, entre rechazos, agresiones y a veces tolerancia, actuaron varias alianzas opositoras durante la dictadura.



En 1974, se organizó Unión Democrática de Liberación (UDEL), primera alianza política de oposición en la cual la izquierda tuvo espacio propio, a excepción del FSLN. Éste organizó la alianza de izquierda Pueblo Unido, y a raíz del triunfo revolucionario, el Frente Patriótico, donde se aglutinó la izquierda y el centroizquierda, pero, por sectarismo el FSLN no le dio la importancia que tenía, y desapareció. Una parte de esa izquierda se unió a la derecha y la otra al FSLN. Un error más, aunque de otro tipo, rompió una alianza que pudo haber contribuido a la defensa de la revolución.



Para las elecciones de 1990, funcionó otra alianza opositora, esta vez contra la revolución. El PSN, escindido del PSN original en 1976, se unió a la Unión Nacional Opositora, igual que un partido comunista nacido de otra división anterior del PSN, en 1967. Esta, era una izquierda desteñida, y al triunfar la UNO, ya se había supeditado a la política de la derecha.



Factores del triunfo opositor: a) su amplia unidad; b) inconformidad popular por la crisis económica creada por la guerra contrarrevolucionaria, organizada por el gobierno estadounidense, más errores oficiales; c) un Consejo Electoral dirigido por funcionarios probos; d) honestidad y transparencia electoral.



La oposición actual es la peor de todas: un PLC aliado vergonzoso del gobierno, que por el pactó comparten cuotas de poder en el Estado. Del PLC, se desprendió ALN y ésta, se dividió: una ALN aliada del orteguismo, y el Movimiento Vamos con Eduardo opuesto a ambos sectores liberales. Existe evidencia de que el PLC y ALN están infiltrados por el gobierno. El MVE, el PC, el PLI (fraccionado) y otros partidos se debaten entre el esfuerzo unitario y los efectos de la política de chantaje, represión y soborno del orteguismo, cuyo capital lo ha volcado a la tarea de impedir la unidad e infiltrar a la oposición. Eso le ha permitido destruir los obstáculos constitucionales en busca de la reelección de Ortega.



Pero ésta es la primera vez que la izquierda, de hecho representada por el MRS y el Movimiento de Rescate del Sandinismo, es parte de la oposición y trabaja por su unidad con iniciativas propias, y como fuerza política autónoma. Hay un avance cualitativo de la izquierda, tomando en cuenta las experiencias de los años 40; de los 50 y los 70, cuando su participación en varias alianzas estuvo supeditada, y para el 79 se había dividido entre una izquierda revolucionaria y otra izquierda menguada unida a la derecha.



La izquierda --tomando en cuenta que no es homogénea política ni ideológicamente--, ahora tiene otro esquema: el FSLN se derechizó, al menos su liderazgo, con su gestión de gobierno corrupta, reaccionaria e irrespetuosa de los derechos ciudadanos y humanos, como es el caso de la penalización del aborto terapéutico. Líderes que fueron de izquierda, ya son parte de partidos derechistas, como el PLC. El PSN actual, ha formado alianza con el MRS, y el Rescate, y hay grupos e individuos de izquierda que no están organizados en partido, más los movimientos de género, son una izquierda democrática atomizada.



Pese a que la izquierda es minoría en la Asamblea Nacional, trabaja para que la oposición real no sea arrastrada ni claudique ante Ortega. Sus pocos diputados ofrecen el mejor ejemplo de lucha dentro de un ámbito corrompido, donde, incluso, lidia contra sus traidores. De todas formas, la izquierda vive y en la lucha sigue, pero le falta unificarse.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Reelección de Ortega a la brava

* El cinismo como discurso político

Carlos F. Chamorro

A raíz de los graves sucesos ocurridos en Ecuador la semana pasada, el presidente Daniel Ortega denunció la existencia de una conspiración para promover un Golpe de Estado contra su gobierno.

La denuncia generó un inmediato desmentido de la embajada de Estados Unidos en Managua y de parte de voceros de la Conferencia Episcopal, pero sería pertinente que Ortega presente pruebas para fundamentar su denuncia. Sólo así sabremos si hay algo de verdad, o si trata de otra campaña para fabricar enemigos artificiales y mantener movilizadas a sus bases.

Hasta ahora el único Golpe documentado sobre el que existen abundantes pruebas, es el que ha promovido el propio Presidente de la República contra la institucionalidad democrática de nuestro país. Evidentemente no se trata de un golpe militar como el que ocurrió en Honduras; pero es un Golpe orquestado “desde arriba” igualmente grave por sus consecuencias.

¿Acaso no socava la democracia perpetrar un fraude electoral y corromper las reglas de la competencia política?

¿Representa o no una actitud golpista destituir ilegalmente a los alcaldes electos, y mantener en sus cargos a Magistrados a quienes ya se les venció su período?

¿Equivale o no a un Golpe reformar la Constitución por las vías de hecho, sólo para facilitar la candidatura de Ortega a la reelección presidencial?

De manera que cuando el Presidente denuncia supuestas amenazas de Golpe sin aportar pruebas, precisamente en el mismo instante en que está ejecutando un Golpe calculado contra la Constitución, significa que ya se han perdido todos los límites del pudor y lo único que queda del discurso oficial es el cinismo político puro y duro.

Tal vez esto no sea tan grave para la OEA porque no hay muertos ni tropas en las calles, pero los nicaragüenses no deberíamos acostumbrarnos a tolerar un acto de fuerza que, aunque sea de forma paulatina, ha ido demoliendo lo que quedaba del estado de derecho.

Es preocupante la actitud de apatía con que reacciona un sector importante de la ciudadanía ante un atropello de esta magnitud. Unos alegan que el golpismo de Ortega no afecta su vida cotidiana ni su capacidad para hacer negocios y hasta sacar jugosas ventajas al amparo del gobierno. Otros justifican su inacción y resignación, aludiendo al descrédito de la oposición y la profunda crisis de credibilidad por la que atraviesa el liderazgo opositor. Y la gran mayoría están dedicados a resolver su sobrevivencia económica cotidiana y se debaten entre la miseria, la falta de empleo, y la dolorosa alternativa de emigrar al exterior. Para ellos la protesta no representa, por el momento, una opción.

Pero si los que tienen resueltas sus necesidades socioeconómicas básicas no reaccionan ahora, mañana todos pagaremos los platos rotos. Y los mayores perdedores serán, lógicamente, los que más tienen que perder: comerciantes, profesionales, productores, y empresarios, porque el autoritarismo no garantiza un clima de negocios sostenible, en medio de la inestabilidad política.

Tampoco resolverá el flagelo de la pobreza, porque carece de la capacidad para ofrecer soluciones duraderas. Y cuando el barco del populismo empiece a naufragar en medio de la crisis de legitimidad política, --con o sin la reelección de Ortega-- también el ejército y la policía terminarán sometidos al designio autoritario del Presidente. El peor desenlace es la restricción del clima de libertades públicas que afectará indistintamente a toda la juventud, a los jóvenes opositores y a los seguidores del FSLN.

Al margen de los incondicionales que apoyan a Ortega, entre sus partidarios hay un sector que apoya a este gobierno porque lo considera una alternativa de cambio social, ante el vacío que dejaron los gobiernos anteriores. Pero un proyecto de izquierda sólo puede echar raíces si es genuinamente democrático. El orteguismo, en cambio, ni es de izquierda ni es democrático, y ha sembrado la semilla de su propia autodestrucción al someterse al caudillismo mesiánico de Daniel Ortega y su familia. El colmo del cinismo es que para justificar la reelección del Presidente se alega campantemente que la “constitución es inconstitucional”, porque supuestamente viola los derechos humanos de Ortega.

Al imponerse la reelección violando todas las normas constitucionales que regulan esta materia, estamos ante el reconocimiento del fracaso de un modelo político. Es la última advertencia para los que quieran escuchar, porque lo que viene después será una salida nacional mucho más costosa y dolorosa, en términos económicos, sociales y humanos. El que se aferra al poder a la fuerza, jamás aceptará dejarlo por las buenas. Toda comparación con el fenómeno del somocismo, no es pura coincidencia. Pareciera que vivimos obcecados en negarnos a aprender de los fracasos y las lecciones anteriores de nuestra sociedad. Entonces, ¿por qué esperar hasta el desenlace final de esta crisis anunciada, si podemos empezar el cambio ahora?.

martes, 28 de septiembre de 2010

El Humanismo Materialista Cristiano de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal

Andrés Pérez Baltodano

Pedro Joaquín Chamorro Cardenal fue una de las principales fuentes de inspiración que me llevaron a escribir sobre el humanismo materialista cristiano en un libro de reciente publicación.* Ahora regreso a él, apoyado en una visión teórica enraizada en ideas, experiencias y ejemplos de vida como las que PJCh representa. Lo que aquí expreso forma parte de un nuevo libro que espero concluir el próximo año.

No pretendo encasillar el sentido de la vida y la obra del hombre que todos conocemos como “Pedro Joaquín”. Simplemente, quiero sintetizar mi propia interpretación de la ética y la filosofía política del Mártir de las Libertades Públicas.

Lo hago animado por el deseo de que la juventud nicaragüense reconozca en PJCh un norte ético que es real y necesario en nuestro país; sobre todo ahora que Nicaragua se ahoga en el oportunismo político, el fanatismo religioso y la mediocridad.

El humanismo materialista cristiano no es una doctrina religiosa o una ideología política. Es, simplemente, una posición ética que se nutre del pensamiento democrático moderno y de la filosofía cristiana. Esta posición puede adoptarse a partir de la fe o de la razón.

Se puede, entonces, aceptar el humanismo materialista cristiano creyendo en Jesucristo, hijo de Dios; o, simplemente, aceptando como válidos los principios humanistas enunciados por Jesús, el hombre de Nazaret. En el pensamiento de PJCh, estas dos visiones –la secular y la religiosa-- aparecen fundidas en una sola fe y en una sola filosofía.

Tres conceptos y sus definiciones

El humanismo –en el humanismo materialista cristiano--, expresa la convicción de que el objetivo principal de cualquier sistema social –el Estado, el mercado, las instituciones en general– debe ser la defensa y promoción de la dignidad humana. Esta convicción está presente, por ejemplo, en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas específicas, pero el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana.”

Casi con las mismas palabras, PJCh expresó una visión humanista del mundo y de la sociedad que rechaza tanto el totalitarismo de Estado, como el de Mercado: “El hombre no es un simple individuo o átomo del Estado, sino una persona humana, libre, con dignidad propia, con derechos y deberes naturales, sociales y políticos inalienables, y que viviendo dentro de organismos e instituciones naturales y sociales, es centro del Estado y de la Economía”.

La “persona humana” a la que hace referencia PJCh, no es un ser abstracto y etéreo como el individuo-consumidor al que hace referencia la teoría económica del mercado y la teoría democrática neoliberal que muchos defienden en nuestro país. La persona humana de la que habla PJCh, es una persona real, con aspiraciones y necesidades concretas condicionadas por fuerzas históricas que se manifiestan en espacios de acción determinados. Desde esta perspectiva, el humanismo que orienta la visión del Estado y del Mercado de PJCh es materialista.

El materialismo –en el humanismo materialista cristiano— hace referencia a una vision de la realidad social como una condicion determinada por el drama existencial de la persona humana, en sus expresiones vitales -objetivas y trascendentes o espirituales- más básicas y concretas. En este sentido, el humanismo materialista cristiano es anti-idealista, si por idealismo se entiende una visión de la realidad social como una condición determinada por ideas que flotan sobre la realidad, determinándola.

El humanismo de PJCh es materialista porque su filosofía política y su crítica contra el somocismo, se nutren de una comprensión analítica e intuitiva profunda de la compleja realidad histórica de Nicaragua. De esta comprensión, PJCh deriva la convicción de que en una sociedad con las características de la nuestra, no será posible alcanzar el progreso y la paz, mientras nos empecinemos en defender la libertad que sacrifica la justicia, o la justicia que sacrifica la libertad.* *

Así pues, la lucha de PJCh por la “limpieza en el proceso electoral, el entierro definitivo de las ideas dinásticas, la abominación de los caudillismos, de las castas privilegiadas y de los fraudes”, no constituyen un fin en sí misma, sino un medio para responder a las necesidades humanas más urgentes en nuestra sociedad. Dice PJCh: “La reforma política en Nicaragua debe de provocar la concepción del gobierno como un instrumento encaminado principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres, mientras haya pobres. Ninguna obra de progreso es buena, si no es para el progreso de los más pobres.”

Finalmente, el cristianismo --en el humanismo materialista cristiano--, expresa un doble reconocimiento. En primer lugar, el cristianismo –independientemente de sus limitaciones y deformaciones-- funciona como la matriz valorativa dentro de la que se ordena el sentido de la realidad nicaragüense. En segundo lugar, el cristianismo –como doctrina religiosa y como ética de vida—está impregnado de valores y principios que favorecen el desarrollo integral de la condición humana.

PJCh como humanista y como creyente, reconocía la presencia y la pertinencia del cristianismo. Reconocía, por lo tanto, que la verdadera transformación de las estructuras que reproducen miseria, opresión e indignidad en Nicaragua, tendría que ser el resultado de una transformación cultural y más concretamente, cristiana. PJCh: “si nuestra Nicaragua va a salvarse, sólo será a través de un auténtico cambio cuya base está en las esencias cristianas tan olvidadas muchas veces, y estas esencias sólo pueden comenzar a tener validez, cuando se rectifica con valor el error cometido, y se parte directamente y sin miedo desde esa rectificación hacia la construcción de una sociedad más justa en lo social, en lo económico y en lo político”.

Seamos como Pedro

En la sequía ética que vive nuestro país, los nicaraguenses, y especialmente la juventud, debemos mantener vivo el ejemplo de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. El nos recuerda y nos reclama lo que los nicaragüenses podemos y debemos hacer. Imaginemos su voz: “Entendamos las cosas claramente. El dilema de los jóvenes es arduo, pero no complicado: o están con el pasado lleno de vicios y rencores, repleto de lucro sin límite, ausente de sentido social y cristiano, oscurecido por una sola meta que es el enriquecimiento a toda costa, aún usando bienes del Estado, o están con el presente que debe ser encauzado hacia lo contrario, es decir, a extirpar rencores, a concluir con las explotaciones, a llenar la vida de sentido social, a impedir el enriquecimiento ilimitado de unos pocos y a lograr de cualquier modo, una justa distribución de la riqueza nacional”.





* Andrés Pérez Baltodano, La subversión ética de la realidad: crisis y renovación del pensamiento crítico latinoamericano. Managua: Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA), Universidad Centroamericana, 2009.

* * PJCh hubiese rechazado el concepto de “materialista” como descriptor de su filosofía política para distanciarse del burdo materialismo propagado por el marxismo latinoamericano de su época que él consistentemente rechazó. Por esta razon hubiese preferido hablar, como efectivamente lo hizo, de “humanismo espiritualista cristiano”. Estoy seguro, sin embargo, que PJCh hubiese aceptado el sentido que adquiere el concepto “materialista” en el humanismo materialista cristiano, ya que éste incorpora el sentido trascendente que expresa el “espiritualismo” de PJCh. Este tema lo ampliaré en este blog y, sobre todo, en mi libro sobre la filosofía política de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.



Todas las citas a PJCh están tomadas del libro La patria de Pedro: El pensamiento nicaragüense de Pedro Joaquín Chamorro. Managua: La Prensa, 1981.

La corte de los milagros

Sofía Montenegro
28/9/2010

Prodigios y conjuros

Atrapado entre la obsesión reeleccionista y los efectos desastrosos de la lluvia, Daniel Ortega ha recurrido a “refundir” la Constitución, convocar a una sesión ilegal de la Asamblea y a hablar con el propio Dios, para que no quede dudas que él como su majestad divina, es omnipresente (está en todos partes), es omnipotente (puede hacer lo que le da la gana) y es omnisciente (sabe todo). Su consorte, que preside el Ministerio de la Magia aseguró -teniendo como testigos a una bancada de reverendos evangélicos y a un cardenal católico de planilla- que “Dios nuestro Señor opera milagros porque desde el jueves pedíamos que este fenómeno que nos amenazaba (el huracán) se desviara”. Algo perfectamente normal dado que según afirmó “Nicaragua es un país donde se producen milagros y prodigios todos los días”. Casi podía oírse en el fondo los arpegios de cítaras y arpas cuando Ortega en el momento cumbre alzó en su mano la Biblia y contó que había pedido a Dios que alejara la tormenta. Dicho y hecho: “Dios mandó a desaparecer el huracán”, dijo Ortega, lo que provocó las exclamaciones y el aplauso de los pastores que le hacían coro. Tras estas declaraciones se espera que renuncie el director de INETER y se denuncie la meteorología como una falsa ciencia por haber mostrado en la tele con anterioridad la ruta de desvío del huracán, desmintiendo el milagro. Pero sobre todo, por dejar en entredicho el conjuro “¡Meteolojinx recanto!” usado por Harry Potter y lanzado con disimulo por la primera dama para desviar al Matthew.

Indulgencias y bendiciones

Si Martín Lutero hubiese visto al grupo de líderes protestantes (¿?) usando la Biblia y el huracán de pretexto para vender indulgencias para el continuismo de Ortega en el poder, seguramente les hubiese hecho tragar sus 95 tesis contra el abuso y la avaricia. La indulgencia era el perdón de los pecados por la iglesia, a cambio de dinero que se colectaba tras contemplar reliquias “santas”. Así, se mostraban frascos con la leche de la Virgen María, paja del pesebre del niño Jesús y hasta el cadáver de un bebé masacrado por Herodes en la iglesia de Wittemberg, misma donde un indignado Lutero clavó su protesta. Era tal el negocio que se decía que “tan pronto como una moneda en los cofres suena, un alma del purgatorio escapa de su pena”. Ante semejante estafa, Lutero mandó a los Papas al carajo y dijo que de ahí en adelante, lo único que valía era la Biblia y la fe en Cristo, declarando que “el tiempo de los milagros ha pasado”. Algo de lo que al parecer no se han enterado ni Ortega ni los reverendos, quienes le dieron sus `bendiciones’ a cambio del respaldo oficial y privilegios: títulos de propiedad de los templos, un “parque de la Biblia” y 25 mil biblias de regalo. Como diría el artífice de la Reforma: “La superstición, la idolatría y la hipocresía cuentan con grandes salarios, la verdad es mendiga”.

Dementores y simonías

Se ha dicho que la magia es el arte de efectuar prodigios por medio de sortilegios y que la magia se halla en todas las religiones, en forma de milagro. De ahí que Daniel y su consorte no tengan ningún problema en ir y venir de la magia a la religión, siendo que la principal diferencia entre ambas según Durkheim es que la religión tiene siempre una iglesia, mientras que el mago trabaja para sí mismo. En el caso de nuestro presidente, más que en la categoría de mago entraría en la de Dementor esa criatura viscosa y oscura, guardián de la prisión de Azkaban, que absorbe la esperanza y la alegría de la gente y persigue implacablemente a Harry Potter. Mala cosa esta de que los pastores evangélicos no hayan aprendido nada de la experiencia de Simón el Mago –de donde deriva la palabra simonía- que quiso comprar a los apóstoles el poder de transmitir el Espíritu Santo y que significa un verdadero beso del Dementor pues deja a la persona sin alma y sin prestigio (sólo basta ver como quedó el cardenal). Les tocaba pues haber respondido como el apóstol Pedro: "vaya tu dinero a la perdición y tú con él pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero” o al menos, repelerlo con el encantamiento de Harry Potter: “¡Expecto Patronum!”

Pentecostalismo orteguista

Que Daniel Ortega afirme que mantiene una biblia en su cuarto para “consultarla permanentemente” y haya leído el Salmo 91 es cosa increíble hasta para una saga potteriana y sólo comprable por crédulos o tartufos. Se trata de una oración de protección que exhorta a tomar a Dios por refugio y si uno lo hace, será guardado por el cielo, librado de los poderes de las tinieblas, cuidado por ángeles y triunfará sobre los enemigos. La parte que le repica al señor presidente es la que dice: “No temerás los miedos de la noche, ni la flecha disparada de día, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni la plaga que azota a pleno sol. Aunque caigan mil hombres a tu lado y diez mil a tu diestra, tu permaneces fuera de peligro; su lealtad te escuda y te protege”. Con este salmo, que a mi me suena como a la Oración del Puro que invocan delincuentes y ladrones, Ortega abrió la rogativa que -como en una corte medieval- se realizó con los predicadores para alejar la tormenta. Como la biblia es la palabra de Dios y “nuestro presidente la tiene” según dijo un pastor, entonces está salvo por la magia de la fe de estos pentecostales y se “sacraliza” la política del poder. No sé por qué esto me recuerda aquello que dijo Jesús a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen”.

Esta política no es mala, es peor…

Onofre Guevara López

END - 19:53 - 27/09/2010
El juego político entre el partido gobernante y los partidos de la oposición oficial, consiste, fundamentalmente, en mentir, hacer zancadillas, utilizar mañas, crear conflictos artificiosos, arreglar sobornos y cometer traiciones. Estas prácticas han creado una cultura política de bajos quilates, con la cual frustran a la población, le ocultan los problemas vitales del país y la acostumbran a esperar los resultados como hechos fatales.



Detrás del juego, donde el que obtiene “más victorias” es quien dispone de los recursos del Estado, se ocultan las contradicciones económicas, políticas y sociales entre las clases. Más oculta queda cómo sacan las ganancias de las fuentes principales de la economía nacional, incluyendo la cooperación extranjera.



Este control del poder del Estado no es definitivo, porque no elimina las contradicciones. Por ello surgen las luchas políticas que se libran en los terrenos legislativo, judicial, económico y electoral. En esos terrenos es donde el orteguismo ha logrado sus “victorias”; el control del Poder Ejecutivo por sobre los demás poderes, lo consiguió después de su fraudulenta, acelerada y siempre sórdida acumulación de capital. Ahora, está empeñado en utilizarlo para lograr la reelección, al costo que fuere.



Con el control estatal y dueño de un gran capital en constante ampliación, haciendo negocios con los mecanismos del Estado, el orteguismo no se ha dedicado a gobernar, en el sentido de hacer avanzar al país y sacar de la miseria a las amplias masas que la padecen históricamente, sino a consolidar sus poderes para comprarse la reelección.



Eso y más se oculta tras la política cirquera que se practica en la Asamblea Nacional, donde a la Constitución la hacen dar saltos mortales. Y, entre lo “más”, se incluye la armonía de intereses económicos de alto volumen que el orteguismo ha logrado con el gran capital tradicional que representa Carlos Pellas, y éste, se hacer representar por el Cosep. Hay una mutua complacencia: el orteguismo aplica una recaudación fiscal, según lo define el Cosep, y éste y sus representados “no se meten en política”, porque su política –que es hacer capital— está protegida por Ortega.



Así se gana su indiferencia, y lo dejen hacer lo que él quiera para seguir en el poder. En la construcción de esa armonía, y después de obtener ganancias con la quiebra del Interbank, el orteguismo se hizo un buen cliente del sistema financiero privado, además de dividirse para explotarlas, las áreas más solventes de la economía nacional. No es casual que los grandes capitalistas sólo hablen tímidamente sobre la reelección; que el Cosep sólo tenga encuentros simpáticos y fructíferos con el presidente.



Los intereses económicos de los partidos oficialmente opositores, son más de tipo personal y no tan grandes como los que representan Pellas y el Cosep, y se los juegan dentro de la Asamblea Nacional. No es que estos sectores políticos y el gran capital estén divorciados, sino que, como ellos no están con el tostador en las manos, no reciben su atención prioritaria. Si la posesión del poder cambiara, los grandes grupos económicos volverían a tolerar y a complacerse con cualquier ladrón en la presidencia, como lo han hecho en el pasado.



Por esas causas, y ante una perspectiva electoral fraudulenta, la ciudadanía está desmovilizada. Un gran sector no alcanza ver más allá del círculo Ortega-Alemán-Montealegre. La única persona que ha logrado figurar a última hora como candidato de “consenso” es Fabio Gadea Mantilla, propuesto por Montealegre. ¿Cuál es la posición de Gadea respecto de los grandes capitales que operan a la sombra del Estado? No lo sabemos. Pero sabemos que no transige con este gobierno, su corrupción, sus violaciones a las leyes ni su mando antidemocrático.



¿Y cuál fue su posición ante la corrupción encabezada por su consuegro? Si aún es miembro del PLC, y uno de sus diputados en el Parlacén, no es por haber sido crítico. Esto hace pensar en que su rivalidad con Alemán es porque se excluyen mutuamente en la lucha por la candidatura.



Pese a eso, a las primeras menciones de Gadea Mantilla ha habido un desborde de opiniones a su favor de sectores políticos y sociales del campo y de la ciudad, ante los cuales él representa una opción política decente, y por ser hombre de trabajo, cualidad ausente en la mayoría de los políticos. Pero hay otros factores: Alemán, como candidato, sólo es aceptable para Ortega y por cada vez menos liberales.



La gente que le apoya quizá no necesita saber que Gadea Mantilla se forjó como trabajador sencillo desde los primeros años cincuenta del siglo pasado, para opinar que esa su cualidad es la que ha despertado sus simpatías. Talvez no necesite saber que en su pasado más remoto demostró tolerancia política, para reconocerle esa cualidad.



La gente sabe, sin duda, que todo político tiene lados positivos y negativos, según donde esté ubicada ideológicamente. Uno de los lados positivos de Gadea Mantilla lo demostró en su inicio como propietario radial: a poco tiempo de inaugurada Radio Corporación (1965), bajo plena dictadura, transmitió en vivo un foro político entre el doctor Pedro Joaquín Chamorro y el sociólogo Reynaldo Antonio Téfel, por la corriente socialcristiana, y el doctor Álvaro Ramírez González y el psiquiatra Mario Flórez Ortiz, por la corriente marxista, representadas ambas dentro de la oposición de entonces. Con la transmisión de este foro político, Gadea Mantilla se jugó la suerte de una radio que apenas había salido al aire, y por ello, estaba más expuesta a las represalias de la dictadura.



Otros sectores ven negativo en Gadea Mantilla su fundamentalismo religioso y su posición conservadora respecto al aborto terapéutico. Pero nada de esto es exclusivo suyo; Daniel Ortega también lo comparte, con la diferencia de que lo hace por demagogia, y en Gadea es parte de su formación ideológica.



La gente tiene más aprecio por la honestidad, que es tan escasa entre los políticos; pasa como en el cuento del país de los ciegos: quien tiene un ojo, es el rey. Y, en medio de tantos “ciegos” de ética, para los ciudadanos Gadea Mantilla es el rey.



Conociendo esos criterios, no me extrañé al oír la siguiente opinión: Gadea Mantilla tiene un pensamiento conservador, hasta cierto punto arcaico, pero es un hombre honesto y trabajador. En esta etapa, la lucha es por la democracia, y contra la corrupción, lo cual lo podría hacer de él un buen aliado si, además, enarbolara un buen programa de gobierno, pues aquí, y ahora, no se lucha por el socialismo, sino por salir de un régimen corrupto y antidemocrático.



Tampoco, pienso yo, aquí nadie está dispuesto a montar una guerra por motivos religiosos. Como fuere la suerte final de la propuesta de Gadea Mantilla –o de cualquier otro— lo esencia para enfrentar el autoritarismo de Ortega es sacar la política del círculo vicioso y trivial de las cúpulas partidarias, y llevar la lucha a las calles, donde el pueblo pueda ser el protagonista de los cambios que el país necesita.

martes, 21 de septiembre de 2010

Engaño en la publicidad política

Onofre Guevara López

La profusión de gigantescos rótulos con publicidad electorera, fuera de ley de tiempo de Daniel Ortega, revela –aparte de su fabuloso coste económico—, su creencia de que la publicidad es infalible cono vendedora de toda la gama de productos y servicios. La publicidad política, piensa en vender la imagen del candidato, aunque sus cualidades como “producto” humano no se reflejen en el empaque. Hay especialistas que aseguran que la “televisión –en nuestro caso, también el efecto visual del rótulo— es útil para el político simpático, pero sin ideas.”

Quizás estén en lo cierto. Se todos modos, no son los publicistas quienes determinan el resultado final, sino los hechos, las actitudes y acciones del político publicitado. ¿Cuáles son –por ejemplo— los hechos, las actitudes y las acciones de Daniel Ortega, capaces de convencer a la gente que compre su imagen de “prócer”? Ahí es donde lo profuso y costoso de la publicidad no cuenta, y la campaña muestra su debilidad y su poca efectividad vendedora. Frente a la terquedad de los hechos, no pasa la prueba.



No se ignora la audacia de los publicistas, porque, conociendo esas debilidades, no se detienen, y sea por conveniencia económica o política, llevan a cabo simultáneamente otra campaña que consiste en tratar de hacer que las cualidades del publicitado coincidan con los hechos y no al contrario. Sitúan a Ortega, cual dotado con el don de la ubicuidad, en todos los frentes de la guerra revolucionaria, aunque nunca estuvo en ellos, o sólo por poco tiempo en uno de ellos. Junto a eso, “invisibilizan” a los comandantes que realmente estuvieron.



Como eso no es suficiente para construir un “prócer” artificial, sus publicistas van más allá de lo racional: abusan de las imágenes de Andrés Castro, Rubén Darío y Augusto C. Sandino para que –en los rótulos— les sirvan de enganche a la idea de que en valor, sabiduría y heroísmo ellos son precursores de Daniel Ortega, y éste, a su vez, es su continuador. Truco publicitario no consumible. Pero hay algo más sombrío en la venta de su imagen: han omitido a quien más podría acercarse a los tres personajes históricos citados, Carlos Fonseca Amador.



El afán de Ortega por crearse la imagen de continuador de las cualidades de valor, sabiduría y heroísmo, encuentra un estorbo en Carlos Fonseca. Y no tuvo empacho en eliminarlo de sus cuadros publicitarios. Sobre tal hecho, las posibilidades de especular son infinitas, porque el hecho mismo es un infinito proveedor de motivos razonables para ello. Primero, lo dicho: para “hallar” en Ortega al hombre-síntesis de los tres héroes nacionales, tuvo que saltar por sobre el fundador del Frente Sandinista.



Después, y no menos importante como razón de su “olvido”, está el hecho de que Carlos Fonseca, expulsó de esta organización a Daniel Ortega. Pero, tratándose de la ausencia física del responsable de esa expulsión, y que sólo los dirigentes contemporáneos de Fonseca en el Frente conocen bien los detalles, no insistiré en este hecho. No obstante, cualquiera advierte que –a diferencia de Castro, Darío y Sandino— la vida y la acción de Fonseca es muy cercana a la vida de viejos sandinistas, y eso a Ortega le impide compararse con él, y falsear su imagen, por lo cual, mejor lo marginó.



Me parece importante otra cuestión: el proyecto que Ortega lleva a cabo de forma atropellada y con abusos económicos, Carlos Fonseca lo estuviera combatiendo. Porque él fue intransigente con la corrupción somocista, y sería imposible hasta imaginar que sería tolerante con la corrupción actual. Al respecto, vale la pena reproducir algo que Carlos escribió en: “Desde la cárcel yo acuso a la dictadura”:



“Yo acuso a los cabecillas del gobierno somocista de asaltar a lo largo de treinta años al sufrido pueblo de Nicaragua para acumular, no la ridícula suma de cincuenta mil córdobas, sino cantidades fabulosas que suman, más bien varios millones de córdobas; dicho para que lo entienda la gente sencilla, sumas que se escriben con siete números o cifras.”



Y si lo trascrito dejara alguna duda de la condena de Carlos Fonseca a los robos a la sombras del Estado, hay algo más en sus siguientes preguntas-respuestas (para encontrar similitudes con los hechos actuales):



“¿De dónde han salido los aviones de Lanica? Del asalto de la familia Somoza al pueblo.

“¿De dónde han salido los trescientos latifundios? Del asalto al pueblo.

“De dónde han salido Montelimar y La Fundadora? Del asalto al pueblo.

“¿De dónde han salido las diez mil casas? Del asalto al pueblo.

“¿De dónde han salido los millones de dólares depositados en los bancos yanquis y suizos? Del asalto de la familia Somoza al pueblo de Nicaragua.”



El lector sólo tiene que cambiar de nombres, y hallará una asombrosa similitud con lo que ocurre ahora. Y lo saben, mejor que nadie, los jerarcas del orteguismo. Entonces, se entiende fácil porqué los ejemplos tan cercanos de CFA le hacen imposible a ellos establecer comparaciones con su jefe, Ortega. Bastaría conocer algo de su conducta personal altamente ética y de su incuestionable moralidad política, para estar seguro de que no apoyaría en nada la conducta de este gobierno.



Si todo lo que conocemos de este gobierno es condenable, imposible imaginar –sería una ofensa a su memoria—, que Carlos Fonseca Amador, podría transigir con abusos e inmoralidades. Para aproximarse más a la verdad que la imaginación, leamos en la parte final de su documento citado: “No quiero terminar este mensaje sin dejar constancia de mi reconocimiento a la firmeza del compañero sandinista, el ex mexicano Víctor Manuel Tirado, que junto conmigo sufre prisión.” Y ahora, la pregunta lógica: ¿en dónde y con quién está Víctor Manuel Tirado, sino en la lucha contra la corrupción orteguista?



Volviendo al afán de Ortega por convertirse en “prócer”, debo suponer que él piensa igual que Harry Treleaven, publicista de Richard Nixon, cuyo criterio es que: “La mayoría de la gente vota por motivos irracionales y emocionales, más que por las causas que creen los políticos.” También es oportuno recordar la siguiente anécdota de la publicista Della Femina, sobre cómo pretende engañar la publicidad política:



Ella reprodujo un comercial que decía: “Sólo un hombre odia tanto la guerra como para detenerla. Fue herido en la guerra y sabe lo terrible que puede ser.” Después, ella preguntó a su auditorio si votaría por ese hombre, y todos levantaron las manos en señal de aprobación. Luego, ella dijo: “No bajen las manos, hasta que les diga el nombre de ese candidato… ¡Adolfo Hitler!” (*)



Pero el pueblo nicaragüense, no es ingenuo como el auditorio de la señora publicista: sabe que tras los conceptos “cristiano, socialista y solidario”, no está un revolucionario, sino un caudillo autoritario y mentiroso.



(*) Las citas son tomados del libro “¿Quién le teme a la publicidad?”, de Alberto Borrini.

martes, 14 de septiembre de 2010

Lenguaje engañoso y sectarismo corrosivo


Onofre Guevara López
Parecerá una perogrullada decirlo, pero también se me antoja necesario: la política nacional, pese a la incidencia de su caudillismo ramplón, no es tan simple como para hacer las calificaciones políticas usando como prefijo la preposición anti. Peor aún, pintar las posiciones políticas con el blanco de la izquierda y el negro de la derecha, o viceversa, contrasta con la vida misma, tan llena de matices, y a la cual se la empobrece con el sectario lenguaje político, al que se hace pasar como lucha “ideológica”.

Ese lenguaje ayuda a construir la intolerancia que lucen los sectores políticos, con el juego simple de que lo bueno, justo y correcto es lo mío, y lo incorrecto, injusto y malo es lo del otro. Pensando y actuando con ese esquema, en nuestro país se ha llegado al absurdo de considerar normal la ausencia de valores en la conducta de nuestros gobernantes, porque antes, el presidente anterior hizo algo más condenable desde el poder. Si quien roba al Estado es de nuestro partido, por ejemplo, es poca cosa en relación con lo que le robó al Estado el del otro partido. Y de esta forma, la corrupción avanza incontenible, y “justificada”. Al final, lo moral y jurídicamente condenable del uno y del otro siguen impunes.

Eso se ha vuelto una cadena sin sentido y corrosiva de la moralidad pública, alimentada por la inmoralidad personal. En términos concretos, y ejemplarizando los pretextos, para el orteguismo la corrupción no existe, y si la fuerza de los hechos se la pone de frente, entonces se vuelve una bagatela en comparación con la corrupción del arnoldismo. Por su lado, y sin pena alguna, Alemán pretende echar una cortina de amnesia sobre la corrupción en su pasado gobierno, y hasta se atreve a presentar su candidatura como garantía de transparencia.

Con ese discurso –con demagogia y mentiras elaborado—, los caudillos han adormecido a su clientela y, en estado de enajenación, la hacen desgastarse en mutuas acusaciones, no importa lo grave que éstas sean, porque no logran sensibilizarse ante nada, menos por los conceptos de la honradez y de otros valores, y se embarcan en la defensa ciega de su respectivo caudillo. Su clientela la forma lo más atrasado de los respectivos partidos, pero no son las únicas que funcionan, pues también están poblados de oportunistas de toda calaña que no actúan por engaño, sino por intereses bien calculados.

Junto a esas condiciones, y amparados en ellas, ambos caudillos han montado una conspiración contra el pueblo y el país. Entre acusaciones y defensas a la vez, se absuelven mutuamente. Y con el Pacto Ortega-Alemán, han construido una alianza de hecho para lograrse su impunidad y para seguir administrando al país a medias, conforme sus propios métodos de corrupción, sin dejar de atacarse de mentiras.

Los que cogen el pleito en serio son sus engañadas bases. Ortega ha logrado hacer pasar ante su clientela la ambición por reelegirse como la lucha del Frente Sandinista por darle continuidad a la revolución, a la que le ha puesto el sello de “segunda etapa”. Así, su clientela no logra ver que para alcanzar su objetivo, está cercenando libertades públicas; drenando los recursos del Estado –en especial la ayuda venezolana— hacia los negocios personales; montando empresas privadas, utilizando los mecanismos del Estado; pisoteando las leyes y la Constitución; en fin, decidiendo retar a la historia nicaragüense, aparentando ignorar que la Constitución no le permite ser candidato a la presidencia ahora y nunca más.

Pero hay sectores no militantes del orteguismo –incluso algunos militantes— que le critican a Ortega su pretensión de reelegirse y no muestran la menor simpatía por su autoritarismo. Sin embargo, caen en el juego de las comparaciones sectarias, y objetivamente le justifican cuando, al hacer la suma, “descubren” que Ortega está más a favor del pueblo. Al menos –dicen— este gobierno se preocupa por alfabetizarlo, lo que nunca le interesó a otros gobiernos; le ofrece salud gratuita; le otorga ventajas que jamás pensaron dar los otros gobiernos, etcétera. Todo esto lo ven positivo, aunque en la realidad nada se cumpla al ciento por ciento.

Y, aun cuando fueran cumplidas totalmente, no alcanzan a ver, marginan o justifican la corrupción y la represión para “garantizar los programas sociales”. No le miran como portador de los antivalores que antes combatió. Con esa visión parcial, prácticamente truecan lo que llaman interés por el pueblo, por la omisión, adulteración o violación de las leyes, los valores democráticos de la Constitución y los derechos ciudadanos en general.

Castrar de tal forma la revolución, hacer omisión de los valores éticos del revolucionario, es ir contra la esencia humanista de una verdadera revolución, de su razón de ser. Si ésta no se piensa ni se hace en función del ser humano explotado y víctima de las injusticias, es no sólo renunciar a ella, sino también mutarla en una contrarrevolución.

¿Qué clase de sociedad “socialista” se puede edificar sobre la base del engaño, del robo y la privatización de los bienes públicos, del cercenamiento de los derechos de los ciudadanos que no aceptan la humillación de perderlos ante los abusadores del poder ni la concentración abusiva de los bienes del Estado en sus manos? El orteguismo da una pretendida respuesta social al capitalismo egoísta, llegando al mismo sistema por una vía distinta: los capitalistas secuestran la economía y sus beneficios y –aunque a regañadientes— aceptan los reclamos por las libertades; el orteguismo secuestra las libertades, la economía y los privilegios.

La defensa que, en general, hacen los sectores de oposición de las garantías constitucionales, de los derechos democráticos y contra la absorción de las instituciones de tradición democráticas para convertirlas en instrumentos de la reelección, el orteguismo la condena con los epítetos más groseros. Todo crítico opositor, aunque no tenga dónde caer muerto, es un “oligarca”, según sus cánones seudo clasistas. Y actúan como si los vicios de los otros justificaran sus propios vicios.

Algunos, talvez con buena intención, no advierten ese juego del orteguismo, y se ponen a sacar los defectos, vicios y corrupciones de sectores de oposición, ciertos por demás en algunos casos, pero caen en la ingenuidad de trocar las “reformas sociales” –que muchas son más pregones que productos reales—, por los valores, la moral y la ética. El brillo de las frases les impide tener una visión real de la política y les incapacita para poder distinguir la lucha partidaria limitada y sectaria de la lucha amplia por el interés nacional.

La necesidad de situarse correctamente en esta situación no es asunto de la ideología que se diga sustentar, la posición partidaria que se adopte, ni la religión que se profesa. Es asunto de practicar la honestidad consigo mismo, con el pueblo, el país y la humanidad.

domingo, 22 de agosto de 2010

Porque quiero una Patria con futuro, en Paz y Libertad

Porque quiero una Patria con futuro, en Paz y Libertad
Hugo J. Vélez Astacio
hugoveleza@yahoo.com
El filosofo y siempre inquieto Juan Jacobo Rosusseau preocupado por el imperante sistema pedagógico de educación a finales del siglo XVIII, propuso un cambio sustancial, expuesto en su obra “Emilio” que basado en las ideas cardinales de la Naturaleza y la Libertad superara el atraso tenido. Afirmaba que para “ser feliz antes es necesario conocer la felicidad”, y eso solo se puede lograr cuando se disfruta de Libertad. De tal manera que para Rosusseau “la idea de la Libertad está asociada a la felicidad” y que no puede concebirse la una sin la otra. La libertad es fundamental en la felicidad del hombre, como la felicidad solo es posible en un estado de plena libertad. Tal idea de enorme trascendencia prevalece a partir de entonces en la civilización moderna, y de ahí el celo del hombre de luchar sin descanso porque la Libertad sea el eje que predomine en cualquier organización social o sistema político existente. Y si para que la Libertad prevalezca, es necesario derribar estructuras y gobiernos autoritarios propios de caudillos y dictadores pues se lucha para lograrlo ya que el principio se convierte en un compromiso ineludible, en que debe salvar cualquier barrera que trate de impedirlo. Y cuando se agotan los medios cívicos, después que sistemáticamente la justicia se le niega y se le violan los derechos humanos más elementales, por estar la justicia en manos de la corruptela política que responde estrictamente a los intereses y caprichos del dictador, o porque quien pide justicia, su estado de pobreza no le permite poder cancelarle al operador político (jueces o magistrados) el monto en que han tasado la sentencia del caso, es cuando en el hombre se activa el derecho básico de la rebelión como un derecho inalienable.

Para desgracia de los nicaragüenses la Libertad y la Justicia siempre han estado en el capricho de los detentadores del poder, como responsables del permanente estado de violencia y de miseria. En el pasado, posterior a la independencia, su causa era, entre otros, por la división de dos sistemas políticos, en donde la sociedad de la ciudad de Granada pretendía hacer prevalecer el Republicanismo para seguir unida a Guatemala, y los otros, los leoneses el querer mantener el estado Monárquico, o bien por la inexistencia como Nación por carecer de una absoluta conciencia de nación. De ahí que la anarquía al inicio se hizo presente, y después tener luchas intestinas entre dos bandos con interminables guerras civiles hasta desembocar en una guerra Nacional, ante la intromisión del filibusterismo que atentaba la soberanía nacional. Pero después a partir del siglo XIX, Nicaragua ha sufrido una estado de violencia y de miseria, por el afán y la codicia de caudillos y dictadores que ebrios por continuar en el poder, sea a “hacha y machete” o sea “por mis pistolas”, utilizando constituyentes, reformas Constitucionales, acuerdos con títeres o peleles, efectuando pactos políticos prebendarios y nefastos o bien a través de golpes de estado militares o golpes de estado técnicos constitucionales mediante el control o sumisión de todos los demás distintos poderes del estado en beneficio de la continuidad del dictador de turno. Lo anterior es una triste verdad de nuestra historia. Hoy la libertad, nuestra libertad se ve acosada por otro dictador. En el pasado reciente fueron a través de los miembros de la dinastía de los Somoza, cuando de 1937 a 1947 Somoza García se impuso como presidente, para después reelegirse de 1950 a 1956, truncándosele una tercera vez, por la acción de Rigoberto López Pérez al ofrecer su vida por la del tirano. Pero el continuismo siguió a través de su hijo Luis Somoza Debayle de 1950 a 1963, y la cosa paro ahí, al continuarle su hermano Anastasio Somoza Debayle en 1967 a 1972 y reelegirse en segunda ocasión en 1974 a 1981, truncado en julio de 1979 ante el empuje cívico-militar del pueblo en 1979 para un “Basta Ya”. Pero un dictador en ciernes apareció, y Ortega inicio la desgracia por primera vez como Coordinador de la Junta de Gobierno en 1979 a 1985, para después continuar en el poder al elegirse en 1985 hasta 1990 y reelegirse una vez más en 2007 hasta 2011, por medio de una minoría de votos, al permitírselo el nefasto y oneroso pacto con un delincuente. Después de cuatro años de gobierno del Orteguismo, la violencia y el estancamiento de la pobreza en Nicaragua son evidentes, asuntos que han sido certificados hace unos días por la Agencia Internacional de Desarrollo del Banco Mundial muy a pesar de los inmensos flujos de cooperación. La causa y la responsabilidad de tal fracaso ha sido el autoritarismo del Orteguismo propio de su dictadura y la corrupción que impera ante su capricho de continuismo y reelección como antes lo hizo Somoza. No hay libertad, la Justicia está siendo avasallada por el capricho del Orteguismo de reelegirse a cualquier costo como ya lo dijera el vetusto Tomas Borge. La Constitución en su artículo 147 claramente dice que Ortega no puede reelegirse. Pero él de manera perversa se empeña en violarla y continuar “For ever” como Somoza. Porque quiero una patria con futuro en Paz y Libertad, integro el Movimiento contra la Reelección y el Fraude.