martes, 31 de mayo de 2011

¿Partidos democráticos?

Onfre Guevara López


Eso es un mito, un apodo generoso del cual hacen un slogan, una tarjeta de presentación propagandística. En los programas hacen declaraciones de fe democrática. Los partidos de derechas esconden su ideología reaccionaria tras su amor a las libertades y a los derechos humanos –y a veces—, a Dios, lo cual es como no decir nada que les comprometa.

Los partidos de izquierdas, cuando no se declaran marxistas, se esconden tras la fraseología revolucionaria, progresista; declaran su amor por las clases trabajadoras, con lo que tampoco dicen mucho, aunque se  comprometan. En teoría, los partidos políticos tienen la democracia como su meta fundamental, pero terminan siendo propiedad de las cúpulas antes y después de alcanzan el poder.

En el funcionamiento orgánico y las estructuras de dirección de los partidos, se encuentran la dificultad –casi la imposibilidad— de ser auténticas asociaciones democráticas. Se ha adoptado en organismos partidarios de izquierda un mecanismo democrático de funcionar, y han  creído haberlo logrado. Son los “principios leninistas de organización”, entre los cuales sobresale el “centralismo democrático”.

Estos partidos admiten la discusión amplia y libre en todos los niveles de los problemas para sacar resoluciones de mayoría, luego de lo cual todo el mundo debe tomarlas como únicas, obligatorias e inviolables normas de conducta en su actividad partidaria. Quienes mantuvieron posiciones opuestas durante las discusiones sobre los temas que luego fueron acordados por mayoría, pueden seguir disintiendo sobre el particular, pero sin derecho a actuar en oposición a lo ya aprobado.

Se creyó que así se podía funcionar con democracia a lo interno, pero nunca fue perfecta, y dejó de ser un método democrático, cuando en la dirección de los partidos se enquistan líderes casi inamovibles, que lo determinan todo desde la altura de sus cargos burocráticos. No desparece la discusión de los temas y problemas en esos partidos, pero sobre temas ya aprobado en la cúpula. Y es posible introducir propuestas y modificar los “materiales de trabajo” de los congresos emitidos por la dirección, pero no siempre son cambios fundamentales, si no de formas. En lo básico, todo se queda tal como fue inspirado por la cúpula. Ahí fenece lo democrático y sigue funcionando el centralismo.
En los partidos de derechas se habla de libertad de criterio, de libre expresión del pensamiento, de elección libre, derecho a la disidencia y a formar minorías. No obstante, todo es mera formalidad, pues pesa más la autoridad, el prestigio, la ascendencia, el padrinazgo, la posición social y económica de los líderes con dotes de caudillos, quienes, además, echan sobre las bases el peso de su origen político y familiar. De hecho, son los dueños de los partidos. Lo que es hoy el partido orteguista, después de su metamorfosis, no es nada distinto a los partidos de propiedad personal.

En los partidos hay realidades cuya naturaleza no se pueden regular por ningún estatuto –aunque éste intentan regularlos—: son los intereses y diferencias de clases, los valores y conductas de quienes alcanzan posiciones cimeras; es decir, de los líderes o caudillos. Estos pueden robar desde el poder, y es visto por sus bases fanatizadas como algo sin mucha importancia –hasta lo niegan—, y ante ellas brilla más el nombre, la aureola y el culto que se han creado los líderes. Entonces, se instaura un hábito antidemocrático: los deberes, los derechos, la ética, los valores, el respeto personal, no son iguales para los líderes que para los individuos de la la base. Dueños del partido, como una más de sus empresas, los líderes se vuelven inalcanzables, y hasta para una entrevista anodina depende si se puede conseguir una audiencia. Sólo los guardaespaldas o sirvientes de los líderes, alcanzan la gloria de su cercanía, pero nunca su amistad.

Sea por diferencia de vocación, asuntos de preparación, conocimientos, experiencias, personalidad y otros distintivos que hacen destacar a los dirigentes, éstos se los toman como un privilegio que les da derechos que otros no pueden alcanzar. Y así se establecen discriminaciones iguales o peores que las de clases, y junto a las diferencias, funcionan dentro de los partidos. Por muy elevadas que sean sus declaraciones de principios y objetivos sociales pregonados, no pueden borrar discriminaciones ni diferencias; más bien éstas se acentúan, por dinámica propia o por estímulos interesados.  

Lo dicho no es todo, pero basta para confirmar que no existen partidos democráticos. Lo que ahora está pasando al interior del que fue Frente Sandinista, no es muy diferente a lo que ocurre en otros partidos. Pero, por el hecho de estar en el poder, y abusar del mismo, hace más evidentes sus rasgos antidemocráticos. Las diferencias dentro del orteguismo hacen más ruido, porque combinan los abusos económicos con el poder político.      
A excepción de eso, lo demás es común a todos los partidos. La descomposición individual, trae consigo la descomposición partidaria –o se descompones al mismo tiempo— antes de llegar al poder, después de haber llegado y de retorno a la oposición. Se forman sectas, grupos o círculos en torno al control del partido: una elite con goce exclusivo de poder decidir la línea política, la selección de los candidatos y de los dirigentes intermedios. La base vota, hasta después que la cúpula escoge.

Dentro de los partidos, ascienden quienes son incondicionales de uno y otro jefe; las cualidades y las capacidades personales, pueden ir juntas o no, pero tiene más valor el grado de fidelidad o servilismo que muestran los aspirantes. Claro, los serviles corren la misma suerte del jefe de su secta partidaria. Es aleccionador el caso de Lenin Cerna y sus protegidos. No es algo accidental, sino un reflejo de la falta de democracia interna.

En el partido orteguista hay aristas peculiares. Las estructuras y la militancia del antiguo Frente Sandinista, ya no son las mismas. De sus nueve dirigentes sólo quedó Daniel Ortega, con todo el poder y ha moldeado el equipo que le rodea a su imagen y semejanza en lo político, lo ideológico y lo ambicioso. Parte de la base original que se quedó, fue ganada con prebendas y cargos; ha trocado ética, mística, valores y principios por fidelidad. Ese tipo de militancia se refleja en su lista de candidatos.

Eso, lo resienten viejos militantes, que se quejan de haber sido marginados para dar lugar a los recién arrimados. Pero no parecen entender cuáles son las causas de esos cambios, pues se quejan con miedo, y no actúan con firmeza para rescatar aunque sea el respeto a su condición de militantes históricos. Eso prueba que el partido orteguista ya no es el original y su poder, un imán para oportunistas. Es lo que necesita Daniel Ortega, para asegurar el éxito de su proyecto personal.

miércoles, 25 de mayo de 2011

El Foro de la complicidad

Onofre Guevara López



La política exterior de los Estados Unidos hacia Latinoamérica, ha sido de injerencia política e intervenciones armadas desde sus días imperialistas inaugurales del Siglo XIX. Y en “saludo” a la llegada del Siglo XX intervino sobre Cuba, Puerto Rico –quedándose con la isla hasta día de hoy—, México y Nicaragua, donde sus tropas se quedaron durante 22 años. Desde mediados del XX en adelante, y en curso hacia el Siglo XXI siguió en perenne promoción de golpes de Estado, el reforzamiento de su influencia a través de dictaduras militares, alternándolo con invasiones armadas directas y mercenarias en Guatemala, Cuba, República Dominicana, Panamá, Granada.


Del lobo imperial “son incontables sus muertes y daños” en el resto del mundo. Ahora mismo, mantiene guerras contra dos países e incursiona con licencia de la ONU en Libia. Por ello, queda fuera de toda sorpresa que el Foro de Sao Paulo en Managua haya reiterado acusaciones contra la política exterior euro-estadounidense en Libia. Exonerar de crítica a Kadhafi, y solidarizarse con él, más su apoyo a Ortega en su violación constitucional, tampoco es sorpresa, sino complicidad.


El imperio gringo, es un “blanco” gigante al cual, desde donde se le dispare se le dará en el centro, aun sin ser un buen tirador. Y un mal tirador, es Daniel Ortega, a la vez que cazador nada furtivo de los derechos democráticos de los nicaragüenses.


Ortega cocina su caza con demagogia, usando gorro de “chef” de izquierda, aparentando garantizarle alimentos al pueblo nicaragüense, pero sólo ofrece platillos amargos, los cuales no son del agrado de mayoritarios sectores. Si otros “chef” del Foro con gorros de izquierda hacen igual o algo parecido en sus países, son sus pueblos los que tienen que aceptarlos o rechazarlos.


Por el secretismo que ordenó Ortega en el Foro antes del acto de su clausura, no se sabe si los delegados pudieron conocer los platillos orteguistas o si, por simple observación de políticos avezados que son, pudieron advertir que nuestro país está alejado del socialismo como puede estarlo quien adereza su discurso demagógico con ese principio, sin utilizar ningún condimento que se le parezca. Pero ahí están los resultados, de los cuales observarían algo de lo que el “chef” anfitrión está cocinando y talvez pudieron descubrir que:

* No es ni puede ser creíble, quien, junto a los oscurantistas de la derecha –sus iglesias incluidas—, en octubre de 2006 marchó contra el aborto terapéutico y lo penalizó con sus votos en el parlamento. (El aborto terapéutico, estuvo vigente por más de un siglo, aprobado y respetado por gobiernes conservadores). Lo de Ortega, es reaccionario, no socialista.


* No es ni puede ser creíble, quien se apropia de los recursos de las cooperación venezolana, y los esconde del control de la ciudadanía si estuvieran dentro del Presupuesto General de la República. Con esos recursos funciona una maquinaria de hacer capital, utilizando el poder del Estado y métodos ilegales; y tiene en proceso de construcción un imperio mediático con muchas televisoras y muchas radios. Esto es ser capitalista salvaje, no socialista.


* No es ni puede ser creíble, quien ha concentrado todos los poderes del Estado y de las instituciones, como el Consejo Supremo Electoral, administrado a través de burócratas corruptos –nunca antes afines al sandinismo, sino al somocismo— y quienes ya le han montado un fraude y el otro va en camino. Otro manejo dañino lo ha hace en la Corte Suprema de Justicia, donde una minoría de sus incondicionales, emitió un fallo espurio, declarando inconstitucional la Constitución para permitirle a Ortega la reelección (doblemente prohibida). Eso es gangsterismo político, no socialismo.


* No es ni puede ser creíble, quien compra votos en la Asamblea Nacional de diputados seudo opositores para elevar a más de cincuenta su bancada que al inicio –como resultado de las elecciones— sólo era de 38 miembros. La bancada orteguista, es ahora un híbrido de tránsfugas, oportunistas y ex sandinistas, a la cual Ortega quiere reelegir. Eso es aventurerismo político, no socialismo.


* No es ni puede ser creíble, quien comparte el 50% del control del Estado y –a aún más— del partido orteguista con su cónyuge, al margen de la ley, y sin haber sido ella electa para ningún cargo en el que fue Frente Sandinista. Eso es monarquismo de patio, no socialismo.


* No es ni puede ser creíble, quien llega al poder con el 38% de los votos, por medio de un pacto político con uno de los más corruptos gobernantes que hemos soportado para repartirse el poder, y negocia con él a cambio de ayudarlo a burlar la justicia y de liberarlo de condenas hasta de 20 años de cárcel por sus delitos contra las finanzas del Estado. Ese es gangsterismo político, no socialismo.


* Los votos de Ortega en el 2006 no llegaron a 900 mil, pero ahora, bajo amenaza de quitarle el trabajo y la dignidad a los empleados públicos, les hizo aceptar carnés de su partido para sumar un millón de nuevos “militantes”. No son sus votantes seguros, pero es su recurso para cuando se efectúe el fraude electoral que prepara, alegar que teniendo más de un millón miembros no necesita hacer nada ilegal para “ganar” elecciones. Esa es una acción fraudulenta, no socialista.


* No es ni puede ser creíble, quien se proclama antiimperialista y acepta todas las imposiciones del FMI, incluso su proyecto de subir a 65 años la edad de la jubilación y elevar el número de cotizaciones al Seguro Social, de 750 a 1.500, o sea, alargar de quince a treinta los años trabajados para tener derecho a jubilarse. Siendo 70 años las esperanzas de vida en nuestro país, significa que no habrá seguridad social, sino explotación de los trabajadores. Eso es ser anti-obrero, no socialista.


Es probable que si los delegados al Foro sólo vinieron a hacer turismo político, no se hayan enterado de nada; o no les interesara, porque su plan era darle su respaldo a Daniel en ilegal candidatura a la reelección. ¿Ignorarían que su evento no tuvo la presencia –por censura oficial— de los medios de comunicación no orteguistas? ¿No sabrían que Ortega, en más de cuatro años en la presidencia no ha tenido ninguna conferencia de prensa, sino sólo monólogos radiotelevisados en cadenas obligatorias?


Talvez se enterarían de que frente al hotel donde ellos estaban, las turbas orteguistas, con la complicidad de la Policía, reprimieron a sandinistas no orteguistas, por querer hacer uso del derecho de manifestarse y ser escuchados, dado que, siendo en verdad de izquierdas, no les admiten representación en el Foro de Sao Paulo. Buena parte de los miembros de ese Foro son tiradores contra el dinosaurio imperial, y a la vez cazadores de oportunidades en sus respectivos países.


Si se enteraron de lo que es el orteguismo y por encima de eso se solidarizaron con Ortega, no estuvo bien. Pero es bueno que al 62% de los nicaragüenses Ortega les siga pareciendo muy mal.

martes, 17 de mayo de 2011

Honradez y corrupción no son categorías filosóficas


Honradez y corrupción no son categorías filosóficas

Onofre Guevara López 

No voy a ser original: quien escribe sobre lo que piensa, cuando no lo hace como portador oficial de mensajes políticos partidarios, es el único  responsable de lo que dice, y no espera alcanzar la aceptación de su criterio por disciplina entre ningún colectivo político. A lo que aspira es a despertar un mínimo de interés entre sus lectores. Y el interés no supone aceptación, pero sí ofrece espacios para discutir sobre lo escrito. Cuando no sucede eso, pues tampoco será motivo de duelo para nadie. Ni siquiera para el que escribe.

Si resulta positivo el interés del lector, no es raro, sino lógico, que aborde el tema del escrito por el lado que sea de su mayor interés e interpretarlo a su gusto. Es lo que hizo el señor Nicolás Blanco –a quien no tengo el gusto de conocer—, en su comentario (*) sobre mi artículo “¿Gobierno de “izquierda” o “derecha”? Mejor un gobierno honrado”. (**)

Lo extraño fue que el señor Blanco utilizara mi artículo para repasar sus lecciones escolares sobre Platón, Sócrates y Rousseau, lo cual no es mérito que debo atribuirme, porque nunca pretendí despertar en los lectores el interés por elevarse a las más altas cumbres del pensamiento universal. Al escribirlo, sencillamente, tenía mis pies puestos sobre esta tierra mancillada durante siglos por propios y extraños, pues es un tema de hoy y de hace mucho tiempo en nuestro país, como es la corrupción.

Cuando escribo el título para mis artículos, procuro hacerlo conciso y que refleje al máximo el sentido o fondo del tema que pretendo tratar. Y el título del artículo comentado por el señor Blanco, constituido con una pregunta y su respuesta, anuncia mi única intención: pretender demostrar que dentro de la disputa preelectoral –de aquí, de ahora y de ninguna otra parte—, entre una falsa izquierda y una derecha democrática no le conviene al país y, por ende, tampoco a nuestro pueblo, por el conocido y probado hecho de que ambas corrientes han establecido gobiernos corruptos.

En estos momentos, uno de ellos trata de prolongar el suyo ilegalmente, y  hay otro que pretende restaurar el único que tuvo. Y ambos candidatos han tenido gobiernos corruptos, al margen de su pertenencia a esas corrientes ideológicas. Quiero decir, pues, que en ese artículo no pretendí hacer teoría sobre lo “ético descriptivo” ni lo “ético normativo”, sino tratar de despertar interés por la adopción de una posición ética concreta a la hora de votar: que entre dos propuestas probadamente corruptas, lo que se requiere y es mejor para el país, es un gobierno honrado. No invité a hacer una disquisición filosófica sobre lo ético, sino a tomar una decisión en pro del respeto de los bienes públicos, que no sean robados. Nada complicado, sólo una posición política ante un hecho lamentable.

Quien se complica con sus ejercicios académicos es el señor Blanco. Para  reclamar, como ciudadano, un gobierno honrado no es necesario hacer enjuagues filosóficos sobre las clases ni ejercitar los conocimientos de latín, porque delinquir en el ejercicio del poder no es una actitud filosófica ni que tener un origen en cuna de seda ni en un tapesco campesino, ni en una tijera de vivienda urbana pobre. El origen de clase influirá en la persona para la formación de su conciencia, pero no es algo mecánico ni la única influencia; su conciencia la adquirirá y forjará con su actitud y su relación social, organizado y luchando por sus intereses acordes a su posición de clase. Y aún así, eso tampoco será garantía absoluta de que en el proceso de lucha y en la práctica de la conducción del gobierno no va a ser portador de vicios y ni de prácticas aberradas que lo lleven a cometer ilegalidades y abusos de poder.

Todo gobierno de clase representa sus intereses, aunque pregone sustentarse en una u otra ideología favorable a los pobres, o por “el bien común”, pero eso no es patente que le autorice utilizar los mecanismos del poder para robarse lo que le plazca. Y si, como lo hemos visto durante tantos años, los gobernantes roban, independiente de su origen de clase, no les vamos a reclamar que abandonen sus vicios por amor a su ideología, sino, de modo concreto, que el presidente y sus funcionarios no sean ladrones, es decir, que sean honrados con los bienes nacionales. Desde luego, no existe un “honradómetro” para saberlo, sino por su práctica en el ejercicio del poder, así como combatirlo por todos los medios será su antídoto.

¿Se contradice el reclamo de tener un gobierno honrado, con el hecho de que la ética proletaria tenga “como sustancia los principios teóricos y filosóficos con que se concibe el mundo sin propiedad privada ni explotación humana”? No. Y aunque este gobierno no tiene “ética proletaria” –porque no es ese su carácter de clase—, tampoco está liberado de la obligación se administrar los bienes públicos de forma honrada y transparente. La otra realidad contraria, es que un gobierno que por tener una ética burguesa, defienda la propiedad privada –de la gran propiedad hablamos, no de la propiedad privada personal— y practique “la explotación humana”, pero tampoco está liberado de la obligación ser honrado y transparente.

Por saber que nada autoriza a nadie a robar los bienes públicos porque tiene el poder, es que decimos: el problema de los electores, a la hora de depositar su voto, no es plantearse si el candidato X o Y tiene determinada ideología, sino asumir que si determinado candidato ha probado ser honrado en su vida privada, no importa su ideología, es mejor opción, porque la honradez administrativa del Estado nos conviene a todos. Estamos hablando en un momento histórico concreto: aquí y ahora, resumiendo una larga experiencia, de que lo conveniente en lo social y económico al país. Y lo que conviene, no es la tendencia de “izquierda revolucionaria”  o “derecha democrática” de los candidatos porque sí, sino porque –además de respetar los derechos democráticos estatuidos en la Constitución y las leyes—, no se enriquezca a costa de los bienes públicos, no comercie con ellos ni utilice su influencia para obtener beneficios ilícitos para familiares y grupos partidarios.

Es todo lo que han hecho todos los gobiernos, máxime en los últimos años, debido a lo cual insisto: “estos gobiernos han nacido corruptos, no por su ideología, sino, sencillamente, porque sus líderes son políticos corruptos.” Y cuando el ciudadano se encuentra ante opciones políticas igualmente corruptas, su opción deberá ser no fijarse en la ideología del candidato, sino tomar una posición ética. No es una invitación a escapar de su conciencia política, sino a que asuma una posición ética desde su conciencia política, si es que ésta le induce a rechazar a los corruptos. Si no le molestan los corruptos, le será fiel toda su vida, sean de “izquierda” o “derecha”. Es que no se trata de una disquisición teórica. Se trata de una actitud ética en la política.  

(*) 26/4/2011, 
(**) 12/5/2011.

martes, 10 de mayo de 2011

Doble manejo de la corrupción


Onofre Guevara López | 

La corrupción es, en esencia, descomposición y, en términos administrativos, un vicio económico con una raíz política partidaria que descompone todo el aparato del Estado. Simple y fácil definición de esta compleja práctica en nuestra vida nacional, y hasta ahora, de imposible desarraigo.
A medida que avanzan las desviaciones autoritarias de gobierno, como reflejo de los desapegos a las normas legales y, a la vez, del alejamiento de los principios democráticos, la corrupción adquiere nuevos métodos y variados estilos para evadir la aplicación de las leyes. Primero, porque la burocracia estatal evade las normas legales para sustraer y apropiarse de los recursos públicos; y segundo, porque evaden las leyes para no aplicárselas a quienes han hecho un modo de operar, de vivir y enriquecerse a costa del Estado... ¡porque son parte de la misma descomposición!
Esa utilización corrupta de las leyes la conocemos porque ha sido practicada en todos los gobiernos a lo largo de la historia de nuestro país, y porque en otros países la corrupción estatal también luce su dimensión internacional. Pero es indudable que con este gobierno la corrupción la estamos conociendo en sus formas más variadas y en sus extensas maneras de funcionar. En el Estado hay autocomplacencia, y la actitud de sus ejecutivos deviene, por lógica, en una actitud complaciente con los corruptos hasta establecer entre todos una completa impunidad.
Las características y los estilos con que funciona este gobierno, estimulan la corrupción: a) la centralización del poder en las manos del presidente, que va mucho más allá del Ejecutivo; se extiende hacia todos los poderes del Estado, en total desconocimiento de la división entre ellos; b) el secretismo impuesto en torno a las funciones del Estado, como efecto de la centralización; c) los malos funcionarios que son escogidos por su afinidad con los objetivos y estilos de gobierno, su plena sumisión ante el presidente Ortega, por lo cual se convierten en cooperantes necesarios de todas las arbitrariedades y abusos oficialistas.
Todo el equipo gubernamental, tiene un especial empeño y complicidad manifiesta en su odio a la prensa crítica e independiente, un sentimiento enfermizo compartido a plenitud con el presidente Ortega. De esta práctica de gobierno centralista, autoritario, secretista y enemigo de la información libre e independiente, que comparten los burócratas con el gobernante, se derivan todos los demás vicios y sus mecanismos de protección. Es la fuente de donde emana la corrupción oficial y su complementaria impunidad que se prodigan entre sí los corruptos que, no por casualidad, resultan ser los más fieles y los más serviles partidarios del presidente Ortega.
Todo el aparato burocrático del Estado, junto y unido al jefe del Ejecutivo, es imagen y semejanza de la corrupción. No es ni ha sido gratuita ninguna de las acusaciones contra el gobierno de ser lo que es: un gobierno esencialmente corrupto.
Pero existe un fenómeno de dimensiones peligrosas para la sociedad nicaragüense: tanta se ha visto la corrupción gubernamental en más de un siglo de nuestra historia que, en la misma medida que ésta se ha venido repitiendo, ha comenzado a causar un mal hábito; a ser vista como un hecho natural y, lo que es peor, su perniciosa práctica pasa inadvertida entre los sectores más atrasados de la población. Esto ha traído consigo el fenómeno de que también la constante denuncia en contra de la corrupción se están haciendo “familiares” entre esos sectores.
La amenaza de que esta costumbre se generalice hasta convertirse en un hecho disolvente hasta de la idea de construir un orden social sano en el país. Aunque, lentamente, y pese a toda mala costumbre, las denuncias están penetrando en la conciencia colectiva, porque exponen los vicios de la corrupción junto a divulgar la seguridad de que reventará con toda su odiosa carga de maldad.
En términos populares, a la corrupción le ocurrirá lo del cántaro, que, de tanto ir al agua, se rompe. Casos ejemplares de esa posibilidad son el Consejo Supremo Electoral, la Dirección General de Ingresos y, aunque con menor efecto, la Alcaldía de Managua.
Es evidente que no son los únicos casos, pero son de los primeros en reventar, aunque aún esté larga una solución. No obstante, las denuncias hicieron palpables lo negativo de cómo se están tratando esos casos: el gobierno no actúa de la misma manera respecto a la Alcaldía, el CSE y la DGI.
Que de esos casos no puede conocerse todo en detalles por le secretismo oficial está a la vista; pero todo el mundo intuye que la actitud diferenciada del gobierno se debe al interés político electorero. La corrupción de Roberto Rivas en el CSE, el presidente Ortega la pasa inadvertida, porque sin su complicidad en el manejo de la maquinaria electoral, no iría por una “victoria” más. Con su tolerancia de la corrupción de Rivas, está pagando sus servicios, y si actuara como debería ser –por deber y responsabilidad—, provocaría una crisis política que le podría obligar a cambiarlo. Con su debida diferencia, el caso omiso que hacen de la corrupción en la Alcaldía, se debe a que Fidel Moreno, es el jefe de campaña orteguista en Managua.
Lo de la DGI es diferente, y aunque el presidente Ortega no ha actuado con transparencia, de acuerdo con la gravedad de los delitos de Walter Porras, no ha podido disimularlo. El caso del corrupto exfuncionario de la DGI, a quien –dicho sea de paso— lo tuvo oculto, que es lo mismo que protegido, no es distinto al de los otros funcionarios corruptos, pero ese problema no tiene un particular interés electorero. No se puede desligar de manera completa de la política electoral, pero está más relacionado con la credibilidad del gobierno ante los contribuyentes y, por ello, está haciendo esfuerzos por demostrar interés en el caso, pero no con la rapidez, profundidad ni la transparencia con que debería hacerlo.
Para el presidente Ortega, el servilismo de Porras hacia él no es tan vital como la docilidad y complicidad de Roberto Rivas, y el activismo de Moreno. Con todo lo vulgar y chocante que es el servilismo de Porras, y pese a lo cual siempre pareció serle agradable a los Ortega-Murillo, les será fácil reponerlo; en cambio, la utilidad de la maquinaria del fraude electoral –desde luego, su constructor también— les es invaluable.
Es obvio que la actuación administrativa de las elecciones de parte de Rivas, igual que su corrupción en lo económico administrativa del Consejo Electoral, nunca será tolerable, mucho menos simpático para ningún ciudadano honrado. Pero el orteguismo puede manejarlo en términos políticos propagandísticos como no puede hacerlo con el delito de Walter Porras. Lo del CSE lo puede hacer, más que todo, con la complicidad de los partidos políticos pocos beligerantes contra la corrupción, y lo de la DGI, lo maneja con su asesor económico, Bayardo Arce, para calmar a los sectores empresariales contribuyentes, en especial los asociados en el Cosep, con los cuales Ortega está haciendo buenas migas.

martes, 3 de mayo de 2011

Ortega agravió el día de los trabajadores

Ortega agravió el día de los trabajadores

Onofre Guevara López 

Una vez más, Daniel Ortega agravió la fecha conmemorativa de los sucesos de Chicago de 1886, a la clase obrera, a las luchas históricas de los trabajadores nicaragüenses y a la ciudadanía en general. Inicia este agravio, con el cambio del Primero de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores, por cualquiera de los últimos días de abril, de acuerdo con sus intereses políticos, para anular el carácter obrero y combativo de la efeméride, y, ahora, para promover su ilegal candidatura.
Cómplices de este ultraje, son los seudo dirigentes sindicales que actúan como sus agentes políticos en la domesticación de los trabajadores, desvirtúan el contenido de clase de la lucha sindical y sirven las ambiciones políticas del mandatario. Como siempre, vaciaron de contenido sindical el discurso, para dejar espacio a las palabras “conmemorativas” del caudillo, cuando este, en su vida, no ha tenido ninguna relación con la actividad laboral, e hicieron suyas sus consignas electoreras. Si se toma en cuenta su proceso de acumulación de capital, Ortega no merece la tribuna obrera como invitado ni como empresario-presidente.
Los líderes-agentes del oficialismo en la CST y el FNT, clonando el discurso de Ortega, afirman que aquí existe una alianza “tripartita” entre obreros, gobierno y empresarios. A nadie se le oculta el coqueteo del gobierno con cierto sector empresarial, en torno a sus negocios político-económicos, pero, al mismo tiempo, sabotea a los empresarios del comercio situado en las cercanías de la seudo plaza que ha inventado en la carretera a Masaya. ¿Será con el fin de hacerlos sentir que aquí su voluntad es la ley? ¿Creerá que con esas presiones físicas se le facilita la domesticación o, al menos, la anulación de ese sector empresarial como factor político? Lo seguro es que ese acto nunca podrá verse como algo respetuoso de la actividad comercial legalmente autorizada.
Otra falsedad del discurso sindicalista-gobiernista, es que se están experimentando avances sociales importantes. En la víspera, uno de los agentes-líderes habló de la “conquista” de “más del 80% de aumento en el salario mínimo”. Se le quedó escondido en un rincón de su conciencia venal, el aumento continuo del valor de la canasta básica, la cual siempre anda por rutas celestiales, y no asoma ningún aumento en el salario mínimo.
Los agentes-líderes no reflejan un mínimo de autonomía al no poder separar los recursos propagandistas del gobierno de las que consideran “conquistas” sociales. Alardean con el subsidio a un transporte colectivo cuya mayoría de unidades están destartaladas, con servicio deficiente y trato indigno para los trabajadores, sus usuarios. El trabajo y la paz de la que hablan, no se concilian con la realidad, y en tanto el trabajo con salarios precarios, y la ausencia del mismo para miles de trabajadores, les niegan la tranquilidad hogareña, sin la cual no habrá verdadera paz social.
Los obreros y los trabajadores no son víctimas solamente del desempleo, sino también de la humillación cuando solicitan una plaza, dado que les exigen la recomendación o el aval político de los llamados CPC. Con ese requisito, al desempleado le plantean un dilema: decidir mantenerse digno con su hambre, o hacer que su hambre le aconseje lo peor, cual es humillarse al acceder a las exigencias partidarias del oficialismo.
Uno de los recursos propagandísticos adoptado como conquista laboral por los agentes-líderes del oficialismo, y que Ortega proclamó en su “primero de mayo” en abril, es el llamado “bono solidario”  mensual de 700 córdobas. No le pueden quitar su sello electorero, pero los agentes políticos del orteguismo en el movimiento sindical lo presentan con su falso revolucionarismo como una conquista. Pero no pasa de ser un remedo del “Suplicio de Tántalo”: se lo bajan cada mes, y cuando la familia del trabajador no ha logrado saciar su hambre se lo retiran, sin tener la certeza de que lo bajarán otra vez ni hasta cuándo lo dejarán de bajar.
La sola candidatura de Ortega es una ofensa a la legalidad institucional, y nada de lo que haga tras el objetivo de reelegirse dejará de ser ilegal. Teniendo el bono como sustento el dinero venezolano, y siendo el bono parte de la promoción electorera, Ortega viola la Ley Electoral, que prohíbe utilizar dinero extranjero para promover candidaturas. Un segundo ejemplo de burla a la ley con el bono, es que no lo integra al salario ordinario, porque no lo garantiza para más allá de las elecciones.
Integrar el bono al salario sería la única garantía para quienes lo reciben: pero, además de falta voluntad del gobierno para eso, sus líderes-agentes de la CST y el FTN no están autorizados a luchar por ello ni tienen el valor de convertirlo en un punto de su agenda de lucha. Porque ellos no tienen lucha, y les falta honestidad, valor y autonomía para intentar tenerla. La fragilidad, fugacidad o temporalidad del bono tiene su origen y su fin en el oportunismo electorero orteguista.
El sindicalismo nicaragüense floreció con la revolución del 79, dejando atrás más de medio siglo de penoso desarrollo, saltando trampas del sistema político y social tradicional y de la dictadura. Esta trayectoria de luchas y de combates de clase --pese a sus debilidades orgánicas--, el sindicalismo independiente la ofreció al sandinismo como el aporte de los trabajadores al triunfo revolucionario. No obstante, desde los primeros años le arrolló la vorágine de la guerra contrarrevolucionaria, y sus históricas aspiraciones de fortalecimiento y de desarrollo se frustraron. Pudo más la necesidad de la defensa de un poder que creía propio, que su autonomía de clase, y cayó bajo la disciplina partidaria que se imponía en aquel momento histórico.
Al concluir la década revolucionaria, y sobre todo, a partir de la derrota electoral del 90, y el inicio de las aberrantes desviaciones de la dirigencia influenciada por el naciente orteguismo, los sindicatos ya no eran autónomos. El orteguismo les hizo perder el espíritu de lucha y les ensució su bagaje ideológico, hasta hacer degenerar a los sindicatos en instituciones dependientes, sin brújula de clase propia, sin agenda independiente de los planes políticos de Daniel Ortega, y su fuerza es instrumentalizada para impulsar su reelección.
En estas condiciones, el sindicalismo domesticado ha perdido capacidad de luchar por objetivos laborales profundos, porque no cuenta con el permiso del gobernante. Por eso, ha adoptado las consignas electoreras como conquistas propias, rezagándose respecto a las necesidades de los trabajadores, y rezagándose en relación con los avances de la lucha de los trabajadores de Centroamérica, de Latinoamérica y del mundo.
Con tal rezago, el sindicalismo oficialista presenta como revolucionarias las simples reformas de este gobierno, cuando en países similares al nuestro las luchas obreras pueden presentar mejores avances sociales, sin engañar ni engañarse presentándolas como algo que los acerca a una farsa de país “socialista, cristino y solidario”.

domingo, 1 de mayo de 2011

Proclama 1 De Mayo.








                                                 PROCLAMA
                               1º DE MAYO DIA INTERNACIONAL
                               DE LOS Y LAS TRABAJADORAS

A ciento veinte y cinco años de las huelgas de los obreros de Chicago y del inicio del martirologio de la cárcel y del patíbulo de ocho de sus dirigentes en la lucha por la jornada de ocho horas de trabajo, los trabajadores nicaragüenses de hoy, no tienen que luchar por una jornada menor, si no por tener siquiera un puesto de trabajo, y no seguir siendo víctima de la desocupación.

De las otras conquistas obreras nacionales e internacionales, como la libertad de organización sindical, establecidas en las leyes que a los mismos trabajadores les han costado luchas, persecuciones y represiones de la clase patronal y de las autoridades de su Estado representativo, no tienen aplicación plena, pero sí, son objetos de constantes y groseras violaciones, como:

La falta de libertad para organizar sus sindicatos en empresas privadas y estatales.
Contra los derechos y la voluntad de lucha de los trabajadores, se han impuesto los intereses patronos-estatales; sus sindicatos, constituidos venciendo la resistencia histórica patrono-estatal, han sido objetos de la represión y los despidos, para lo cual han logrado sobornar, doblegar y poner a su servicio a líderes traidores, que desnaturalizan su organización al ponerla al servicio de los gobiernos de turno y de la clase patronal.
La desviación y desnaturalización de las organizaciones sindicales, ha tenido por resultado, entre otros nefastos para los trabajadores, la violación del foro sindical que, de acuerdo a la ley laboral, deben gozar los dirigentes sindicales en las empresas e instituciones para el libre desempeño de su actividad gremial.
Han desarmado a los trabajadores, al secuestrarles sus sindicatos, dejándolos a merced de las injusticias sociales, 
Se utilizan los sindicatos en manos de agentes patronales y gobiernistas traidores, para promover manifestaciones y actividades políticas electoreras, a favor del candidato ilegal y actual presidente de la república.
Existe la complicidad del Ministerio del Trabajo con las empresas, principalmente de las Zonas Francas, donde los trabajadores, en su mayoría del sexo femenino, son objetos de represión y despidos por querer hacer valer sus derechos laborales y de organización.
La práctica politiquera en empresas del Estado, desnaturaliza la función del sindicalismo, la que debe ser siempre a favor de sus afiliados, por atender las ambiciones de los políticos oficialistas, que llevan a cabo sus agentes dentro de los sindicatos y que ostentan cargos de dirección en sus comités de secciones y empresas.
Después de tantos años de lucha, y de haber pasado la experiencia revolucionaria de los años ochentas, cuando fue posible la libertad de organizar sindicatos donde nunca existieron o habían sido destruidos por la dictadura somocista, los trabajadores organizados –igual que los miles de trabajadores del campo y de la ciudad, y más los trabajadores del campo que nunca pudieron organizarse libremente en todo el país— han caído en la trampa que el orteguismo les ha tendido con el señuelo de que son el “pueblo presidente”.

El abuso contra los derechos conquistados por las luchas de los trabajadores y el pueblo a lo largo de la historia nacional, están siendo nuevamente violados por una nueva voluntad política reaccionaria que ocupa las cimas dominantes del poder político. La Voluntad política en acción es antítesis, negación reaccionaria, del proyecto histórico que de una vez por todas, una nueva democracia sustituyera a la vieja dictadura oligárquica, obscurantista y explotadora que a lo largo de la historia nacional imperó. Hoy, el pueblo y los trabajadores deben de luchar unidos para impedir que la voluntad política de este nuevo proyecto familiar, tan abusivo o más que aquel, se consolide. Aún es tiempo para ahorrarnos dolor y muerte, escarnios propios y ajenos.

La incipiente democracia que el pueblo trabajador enaltece en su lucha cotidiana para crear condiciones propicias para el desarrollo social, es torpedeada por una nueva voluntad política mesiánica y paternalista que le ofrece bienaventuranzas en su nombre y aliados, en tanto practica una feroz explotación junto al capital conservador y rentista, la banca y el inversionista foráneo, que se vende como credo de salvación nacional, en nombre de la mismísima democracia.

Y entre tanto se frena la actividad sindical libre de los trabajadores –y no los dejan organizarse en amplios sectores laborales— los enriquecidos líderes del orteguismo tienen en marcha su política de continuismo y de engaños con programas sociales, cuyos alcances, además de ser limitados, se reducen a satisfacer necesidades no fundamentales de los sectores manipulados por el gobierno, les están sirviendo de anzuelo electorero para lograr la reelección ilegal de Daniel Ortega.

El pueblo, y en su seno, el sector obrero, trabajador y campesino de Nicaragua debe poner en marcha este 125 aniversario del inicio de la lucha universal de los trabajadores por la jornada de las 8 horas, las tareas de recuperación y ampliación de sus conquistas laborales, pero también reconquistar la libertad sindical perdida en manos de los agentes políticos del orteguismo para que puedan poner en su orden del día la lucha por el respeto de sus derechos laborales.

La liberación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos, y esa misión histórica no se limita a los derechos laborales, sino que se amplía a todo el ámbito de los derechos políticos, democráticos y humanos. Pero tras la realización simbiótica de derechos laborales, políticos y humanos, los trabajadores no podrán alcanzarla por sí solos, pero tampoco como entes sumisos y al servicio ciego de ningún partido político en particular, sino como actores protagonistas de sus propias luchas.

Esta fecha nos convoca a todos los ciudadanos que anhelamos la libertad y la democracia para nuestro pueblo y los pueblos vecinos que hemos de convivir irremediablemente. Las fronteras regionales van cediendo a otras que responden a los tiempos y el desarrollo mundial. Las voluntades políticas bravuconas de gobernantes nacionales de cualquier coordenada geográfica es reaccionaria, maligna y tenebrosa, porque acuña engaños a la buena vecindad y la historia necesaria contra los pueblos. Son los trabajadores en el mundo los que sufren la discriminación de las fronteras nacionales, los banqueros las tienen libres y hasta los reciben entre palios y sahumerios.

LA LUCHA SIGUE, UN MUNDO MEJOR Y DEMOCRÁTICO ES POSIBLE

¡Viva el Primero de Mayo! ¡Vivan los trabajadores de Nicaragua y del mundo! ‘Vivan los derechos laborales en democracia y libertad!
Movimiento contra la Reelección y el Fraude (McRF), Partido Socialista de Nicaragua (PSN), Movimiento por el Rescate del Sandinismo (RESCATE), Coalición Democrática Nicaragüense (CDN), Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM)Federación Nacional de Maestros de Nicaragua (FNMN), Asociación de Panaderos de Nicaragua (APN);