martes, 21 de diciembre de 2010

Ortega nunca ha respetado la Constitución

Onofre Guevara López

El retroceso de la condición profesional y no deliberante de las fuerzas armadas –más bien, de la cúpula del Ejército—, a la condición de copartícipe en un proyecto político personalista y autoritario, es lo más peligroso que ha ocurrido en 31años para el resguardo del orden constitucional. Hasta hoy, sólo las palabras del General Julio César Avilés (“El Ejército es de todos”) pretenden ser una garantía ante ese peligro.

Poca cosa como garantía –no porque el alto militar carezca de palabra de honor—, porque las condiciones actuales pesan más que su voluntad. Comenzando por el hecho de que el Presidente de la República no respeta su palabra, compromiso y deber de observar y vigilar por el cumplimiento de la Constitución, sino, hace lo contrario. No hablamos de las leyes ordinarias, cuyo valor ante el poder arbitrario es casi cero, sino de la Carta Magna, la mayoría de cuyos artículos y preceptos valen poco o nada ante la voluntad del presidente. Aquí falta espacio para enumerarlos todos, por lo que veremos los más evidentes.

El Artículo 2 Cn. establece que “el poder político lo ejerce el pueblo, por medio de sus representantes libremente elegidos por sufragio universal, igual, directo y secreto…” Pero es el primer artículo ignorado con el fraude electoral de 2008, con lo que se impidió una elección libre. (De secreto sí, hay mucho, tanto, que aún se desconocen los resultados reales).

El Artículo 4 obliga al Estado –por ende, a su jefe— promover y garantizar “…los avances de carácter social y político para asegurar el bien común, asumiendo la tarea de promover el desarrollo humano de todos y cada uno de los nicaragüenses, protegiéndolos contra toda forma de explotación, discriminación y exclusión.” Esto no ha sido así; ejemplos: miles de empleados corridos del Estado por no ser orteguistas; el presidente practicó una forma de explotación de los afectados por el Nemagón, poniéndoles a gritar consignas partidarias en las Rotondas. (Otras muchas formas de discriminación y exclusión practicadas, no caben en un artículo).

El Artículo 5 dice que “son principios de la nación nicaragüense: la libertad; la justicia; el respeto a la dignidad de la persona humana; el pluralismo político, social y étnico…” Las movilizaciones públicas son lapidadas; la justicia está siendo pisoteada hasta con la forma de estructurar y de hacer funcionar a la Corte Suprema de Justicia. No se respeta la libertad de conciencia ni la dignidad de la persona, porque el gobierno monta actos religiosos con el pretexto de la tradición; y obliga a miles de personas hacer largas filas durante horas, obligadas por su pobreza; sufren bajo el sol y el polvo, esperando que les den bolsitas con arroz y frijoles. El presidente se ha pronunciado contra el pluralismo político, y lo niega con su pacto con un político delincuente; se reparten las instituciones del Estado, y reformaron la Ley Electoral (de rango constitucional) para eliminar la participación electoral por suscripción popular.

El Artículo 7, define a Nicaragua como una “república democrática, participativa y representativa”, pero a Ortega se le antojó sustituirla por otra “cristiana, socialista y solidaria.”

El Artículo 13, dice que los símbolos patrios son: el Himno Nacional, la Bandera y el Escudo. La presidencia ha deformado el Escudo, con el mal gusto “sicodélico” familiar.

El Artículo 14 es corto: “El Estado no tiene religión oficial”, y cortado de raíz, pues el presidente y su consorte pregonan concepciones religiosas y practican ritos católicos en el gobierno, sus instituciones, sus medios de comunicación y hasta en su propaganda política partidaria.

El Artículo 15, sobre quiénes son los nicaragüenses nacionales o nacionalizados, está siendo violado en la persona y familia de Antonio Boschi.

El Artículo 26 se refiere “Al reconocimiento de su personalidad y capacidad jurídica” del ciudadano, pero lo anula al negar la cédula por motivos políticos, quitándole su capacidad jurídica de votar y el derecho a tener una identidad ante las instituciones y la ciudadanía.

El Artículo 27: “Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho a igual protección”, sin ningún tipo de discriminación; este es uno de los menos respetados, pues el tráfico de influencias en los órganos de justicia lo invalida.

El Artículo 29, se vuelve ilusorio cuando el presidente y su consorte utilizan los espacios políticos oficiales para pregonar y practicar ideas y ritos religiosos, violando el derecho a tener o no tener una religión. (Este artículo, junto al 14, es de los más violados).

Los nueve artículos –del 47 al 55— que contiene el capítulo de los Derechos Políticos, no tienen aplicación; sólo recordemos cómo se violan: se le quita y se da a capricho la personalidad jurídica a los partidos políticos; el pacto con Alemán no permite el derecho de participar en igualdad de condiciones en los asuntos públicos; se apedrea y garrotea a quienes hacen manifestaciones y concentraciones; se ataca a quienes ejercen el derecho de criticar “a los Poderes de Estado o cualquier autoridad”, etcétera.

Los catorce artículos del capítulo de los Derechos Sociales, los hace parecer “cartas al Niño Dios”; y el Artículo 66, es ejemplo de violación descarada: “Los nicaragüenses tienen derecho a la información veraz.” Veraz sólo el secretismo del presidente y el que les impone a sus funcionarios, más la nulidad de la ley específica sobre la información estatal, que impiden a los nicaragüenses toda la información.

Los diez artículos del capítulo de los Derechos de la Familia, contienen una hermosa declaración de amor platónico, para la niñez y la ancianidad. Lo poco que se cumple, tiene mayor proyección en la propaganda oficial que en el seno de las familias.

Por su nulidad se distinguen los derechos laborales y los derechos de las comunidades de la costa caribe. De los primeros, está el ejemplo de los atropellos a la libertad sindical en las instituciones del Estado, y la utilización de líderes oportunistas para manipular políticamente a los trabajadores. De los segundos, ya se sabe: la autonomía es una ley que ha servido más para clonar la corrupción administrativa en las dos regiones.

Los artículos referidos a los Poderes de Estado son minados por el autoritarismo del presidente (y requieren capítulo aparte). Pero vamos a referirnos a dos artículos “insignias” de sus demás violaciones: el 138, numerales 7 y 8, facultan a la Asamblea Nacional para elegir magistrados de la CSJ y el CSE, pero Ortega lo hizo por decretos, sin estar autorizado; el numeral 4, inciso A del Artículo 147, sus cómplices en la CSJ cometieron el delito de declararlo “inaplicable”, porque le prohíbe ser candidato a la presidencia por razones harto conocidas.

Quien crea que Daniel Ortega acata su obligación de cumplir y hacer cumplir la Constitución, será algún habitante de la Luna de visita en Nicaragua, un idiota de nacimiento… o un cómplice.

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Eliminar o conservar el Ejército?

Onofre Guevara López
En todas las formaciones sociales de la historia, desde el régimen esclavista hasta el régimen socialista, y por supuesto, pasando por la etapa capitalista, de la cual no hemos podido salir, las fuerzas armadas –ejército, policía y órganos auxiliares— no han sido independientes, sino instrumentos fundamentales en la estructura del “orden social establecido” para su defensa y continuidad. Esta frase tan familiar en el lenguaje sociológico, la repite el presidente Ortega en sus tres proyectos de ley militares.

Para la defensa del “orden social establecido” por la revolución nacieron nuestras fuerzas armadas, después de haberse derrotado al ejército guardián del “orden social establecido” por los interventores yanquis y su títere Anastasio Somoza García. La defensa nacional, nuestras fuerzas armadas también la ejercieron durante tres gobiernos neoliberales. Y esa función Ortega la quiere extralimitar de la defensa del “orden social establecido” hacia la protección de su propio proyecto político. En sus proyectos, Ortega reitera las mismas funciones del Ejército, pero tiende a hacerlo más dependiente de sus funciones presidenciales, que también tienen sus límites en la Constitución, pero que él los ignora. No se encuentra otra motivación dado que la defensa del orden social establecido ya está explícita en la Constitución Política (Título IV. Defensa Nacional. Capítulo Único, artículos del 92 al 97).

Frente a este proyecto, y por las prácticas abusivas del presidente, ¿se vuelve necesaria la eliminación del Ejército de Nicaragua, como sucedió en Costa Rica? No sería correcto responder en ningún sentido esta pegunta, porque son dos experiencias diferentes, producidas por las condiciones históricas concretas de cada país y, por ende, irrepetibles. No obstante, la ausencia de un ejército formal en el país vecino, no significa ausencia de órganos estatales para los fines represivos y defensa que existen en toda sociedad llena de contradicciones políticas y de clases. Además, Costa Rica, por afinidad de sistema político y social con los Estados Unidos, se siente protegida por esta potencia. De manera que si no hay ejército, sí hay fuerzas armadas organizadas por y al servicio del Estado.

Pero el hecho de no poderse afirmar ni negar categóricamente la necesidad de tener un Ejército en Nicaragua, no impide hacer la observación acerca de los beneficios que el país obtendría si ahorrara los enormes recursos que invierte para mantener unas fuerzas armadas improductivas para el país, aparte de que, como institución, tiene negocios que les producen. La cuestión que niega esa posibilidad es de otro orden. Es histórica y política, de país pequeño, débil y no desarrollado que lo hace –iguaal que a muchos otros pueblos— presa fácil del expansionismo y de las intervenciones militares, las cuales, como a otros pueblos, y muchas más veces que a otros, Nicaragua ya las sufrió en el pasado lejano y reciente.

Mal le fue al país, cuando no dispuso de fuerzas armadas patrióticas, capaces de defenderla. Por ser historia conocida, relevo de pruebas. Pero ahí están, grabadas en la historia. Y entre otros daños causados, se cuentan los territorios perdidos en el sur, en el norte y en el caribe de nuestra geografía: en tres ocasiones ha habido guerras, gobiernos traidores y ejércitos débiles en 1856 y 1927, más 1961, cuando los Somoza requerían estabilizar la dictadura heredada de su padre ajusticiado.

Lo que en esta etapa histórica se demanda es evitar que nuestras fuerzas armadas pierdan su carácter profesional y apolítico, y más que apolítico, no partidario que logró forjar. Que obedezca a la Constitución como se le ordena y define ella misma, para que no se repita el desgraciado caso del ejército antecesor, que nació por la voluntad de la intervención extranjera y devino en instrumento de la represión antipopular en manos de gobernantes ladrones y criminales. Y nadie lo debe olvidar –mucho menos los militares fundadores—, la cantidad de sangre y de vidas que costó al pueblo derrotar a ese ejército de la dictadura.

No hago un recordatorio sentimental, mucho menos gratuito. Es un llamado de atención patriótico ante un peligro inminente –el cual, ojalá lo sigua siendo y nunca un hecho consumado—, por las demasiadas evidencias de sumisión hacia las políticas deformantes de Ortega, con las cuales ha venido rondando las altas esferas del Ejército. Los halagos de altos cargos en el Estado al pasar a la vida civil, las concesiones para la obtención fácil de privilegios y beneficios, están sirviendo para ablandar caracteres y estimular ambiciones personales.

Ésa no es una práctica exclusiva del gobernante actual para deformar la misión del Ejército, aunque ahora Ortega está en una ofensiva sistemática y oportunista, aprovechando el conflicto con Costa Rica. El gobierno de Arnoldo Alemán, dio los primeros pasos con la Policía Nacional, otorgándoles privilegios materiales a algunos comisionados. Para las elecciones de 2001, ordenó al general Javier Carrión, sacar tropas del Ejército a intimidar a la ciudadanía una noche antes de los comicios. Sin olvidar que los únicos estudiantes muertos en las calles de Managua después de Somoza, los hizo la actual Policía Nacional, bajo la jefatura de Fernando Caldera, y durante la presidencia de Violeta Barrios. Que tampoco se olvide que el ex presidente Enrique Bolaños, vinculó al Ejército con la invasión norteamericana de Irak.

Durante la celebración del 29 aniversario del Ejército, el general Omar Halleslevens clonó el discurso de Daniel Ortega contra los medios de comunicación. Son experiencias que no deben echarse en saco roto, porque reflejan los antecedentes de la ofensiva actual del presidente Ortega contra la condición apolítica, profesional y no partidaria de las fuerzas armadas. Tras ese objeto, Ortega no ha estado solo, y a diferencia de los presidentes anteriores, cuenta con inagotables recursos económicos, y la identidad política e ideológica con los jefes del Ejército. Y, ¿por qué no decirlo?: hay la tendencia entre altos mandos a participar del enriquecimiento personal, aprovechando las ventajas que da el poder, para lo cual Daniel Ortega es su modelo.

Existen muchas razones para aspirar a no tener un ejército, máxime cuando, como ahora, hay condiciones para corromper su vocación patriótica. Pero no es sencillo aspirar a no tener ejército en una coyuntura histórica que, básicamente, sigue siendo la misma del pasado nicaragüense. Sin este Ejército, al que debemos proteger, y él debe protegerse de las manipulaciones, no estaría garantizada la soberanía nacional. Pero eso no debe ser estímulo para abandonar la crítica contra las leyes de Ortega.

Y pensar siempre que el peligro no está en la frontera sur, sino en las fronteras de la historia: el expansionismo imperial y el derecho a tener una patria soberana.

ORTEGA POLITICO TENEBROSO


Hugo J. Vélez Astacio

14 de diciembre del 2010
Quien no conoce el pensamiento político del escritor y analista doctor Julio Ignacio Cardoze, después de leer el recién interesante artículo titulado “Daniel Ortega personaje del año 2010”, que contiene mucho de ingenuidad y algo de incauto así como un equivocado enfoque, fácilmente el lector se ciñe el nudo de la cabuya que guinda del árbol para ahogarse como igual lo hace quien se introduce en un pozo lleno de cicuta.

Lo anterior es porque en el artículo referido, se hacen resaltar los resultados políticos conseguidos por el señor Daniel Ortega, como si fuesen fruto de méritos y esfuerzos de buenas acciones morales de un individuo probo, al margen, que más bien son botín, propio de acciones malignas, ilícitas e ilegitimas en búsqueda de sus intereses muy particulares que dañan la libertad, el progreso y la vida en democracia de toda una sociedad que reiterativamente ha sufrido los desmanes de tipos como Ortega.

He leído en muchas otras oportunidades al doctor Cardoze, y creo no sea esta su intención. Si bien el artículo lo precede una aclaración conceptual basada en el epígrafe del doctor Hildebrando H. Castellón, que en política “triunfa el carácter sobre el talento”, otorgándole la razón es hacerle llegar agua al molino del dictador Ortega, y más aún porque a reglón seguido manifiesta, que “en la cultura nicaragüense, tradicionalmente, los que ganan son los que tienen la razón”, como si esto último es una verdad absoluta, obviando que ganar no lo es todo, si lo obtenido no es licito mucho menos moral. Lo sucio del Ortega de hoy, es lo mismo de lo que fue Somoza ayer, o la actitud traidora de Moncada en mayo de 1927, o lo indigno de Adolfo Díaz en 1912 y 1927 al solicitar la invasión extranjera para llenar de sangre nuestro suelo patrio, solo para mencionar algunos individuos de la lista que son de triste recordación en la historia de nuestra querida Nicaragua.

Pero, antes de continuar, creo necesario considerar que el ingenuo escrito del doctor Cardoze acerca de tildar como personaje del año a Daniel Ortega, es de alguna manera un producto del fenómeno en donde el secuestrado de los desmanes de su agresor, muy por encima de estar condenando las barbaridades de no tener su libertad, se transforma complaciente y potencializa las acciones de su captor valorando con cualidades, mérito y aprecio al sujeto que lo daña hasta mostrarle cariño.

Es verdad que la inteligencia no está negada a los malignos. En la historia abundan personajes históricos que asistiéndoles tenacidad y perseverancia eran hábiles para lograr sus propósitos. Pero, ¡Desgraciadamente para fines siniestros y funestos! V. I. Lenin, Joseph Stalin, Fidel Castro, Benito Mussolini y Adolfo Hitler, son solo unos de los más connotados.



La historia es la ciencia que estudia al hombre a través del tiempo, sin embargo su estudio está siempre supeditado a su relación con su comunidad y con el desarrollo de la sociedad que le es inherente y propia. De ahí que la historia es la maestra de la vida. No cabe duda que a Daniel Ortega le asiste cierta inteligencia, y como buen comunista ha estudiado la historia de Nicaragua, en la que Somoza sobresale como figura par y dictador afín, de ahí que lo anterior, a Daniel Ortega le ha permitido que actué con eficacia para lograr lo que considere conveniente a sus interés particulares, lejos muy lejos de la causa y razones inspiradoras que le permitieron ser un dirigente más, al luchar para botar a la dictadura de Somoza en el año 1979. Pero de ahí a ser personaje del año, la cosa cambia y es otro asunto a considerar.

Coincidimos con el doctor Cardoze que Daniel Ortega actúa con eficacia, sin embargo lo anterior tiene poco o nada de valor si lo mismo no se acompaña con eficiencia. En el ámbito histórico cabe recordar el logro de la batalla por el rey Pirro a costa que su ejército resultara totalmente diezmado; fue una victoria Pírrica. En el plano social nicaragüense fresco está en la memoria aquel sujeto de apellido Jerez disfrutando en la piscina de la terraza de la mansión a la orilla del mar a costa del erario público. Pero que como castigo no puede mirar de frente delante de sus hijos. En el plano político ser eficiente es actuar con ética y con moral; cosa diferente, distinta y distante de los individuos que actúan como delincuentes políticos, lejos de acciones meritorias como para ser personajes del año como es el caso que nos hace escribir el presente artículo. En política un triunfo electoral logrado con honestidad es todo un orgullo no solamente para el candidato elegido, sino también una grata complacencia para los electores en general; pero si el resultado electoral es producto de la deshonestidad que hace tipificarlo como fraude, la vergüenza e inmoralidad al candidato “vencedor” es un baldón que le asiste siempre. Los personajes políticos se distinguen por ser hombres probos. Los tipos políticos como Daniel Ortega, son un baldón en la clase política de nuestra historia.

Para finalizar al valorar este año la figura de Ortega, después de ver como se ha impuesto abusando del poder y violar reiteradamente de manera flagrante la Constitución Política para hacer valer su capricho continuista de pretender reelegirse el próximo año, a pesar de no tener derecho a ser candidato, se viene a nuestra memoria el nombre de aquel individuo que bien podría ser su par, porque habiendo influido muchísimo sobrevivió a personajes de la Revolución, como Marat, Danton, Barras, Robespierre e incluso al propio Napoleón mediante el abuso y el terror como ejemplo de la maldad y de la mezquindad propio de hombre abominables. Me refiero al mismo individuo que asistiéndole una gran inteligencia logró sobreponerse a los adversarios políticos tratándolos como enemigos. “Joseph Fouché el genio tenebroso”.