martes, 28 de septiembre de 2010

El Humanismo Materialista Cristiano de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal

Andrés Pérez Baltodano

Pedro Joaquín Chamorro Cardenal fue una de las principales fuentes de inspiración que me llevaron a escribir sobre el humanismo materialista cristiano en un libro de reciente publicación.* Ahora regreso a él, apoyado en una visión teórica enraizada en ideas, experiencias y ejemplos de vida como las que PJCh representa. Lo que aquí expreso forma parte de un nuevo libro que espero concluir el próximo año.

No pretendo encasillar el sentido de la vida y la obra del hombre que todos conocemos como “Pedro Joaquín”. Simplemente, quiero sintetizar mi propia interpretación de la ética y la filosofía política del Mártir de las Libertades Públicas.

Lo hago animado por el deseo de que la juventud nicaragüense reconozca en PJCh un norte ético que es real y necesario en nuestro país; sobre todo ahora que Nicaragua se ahoga en el oportunismo político, el fanatismo religioso y la mediocridad.

El humanismo materialista cristiano no es una doctrina religiosa o una ideología política. Es, simplemente, una posición ética que se nutre del pensamiento democrático moderno y de la filosofía cristiana. Esta posición puede adoptarse a partir de la fe o de la razón.

Se puede, entonces, aceptar el humanismo materialista cristiano creyendo en Jesucristo, hijo de Dios; o, simplemente, aceptando como válidos los principios humanistas enunciados por Jesús, el hombre de Nazaret. En el pensamiento de PJCh, estas dos visiones –la secular y la religiosa-- aparecen fundidas en una sola fe y en una sola filosofía.

Tres conceptos y sus definiciones

El humanismo –en el humanismo materialista cristiano--, expresa la convicción de que el objetivo principal de cualquier sistema social –el Estado, el mercado, las instituciones en general– debe ser la defensa y promoción de la dignidad humana. Esta convicción está presente, por ejemplo, en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas específicas, pero el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana.”

Casi con las mismas palabras, PJCh expresó una visión humanista del mundo y de la sociedad que rechaza tanto el totalitarismo de Estado, como el de Mercado: “El hombre no es un simple individuo o átomo del Estado, sino una persona humana, libre, con dignidad propia, con derechos y deberes naturales, sociales y políticos inalienables, y que viviendo dentro de organismos e instituciones naturales y sociales, es centro del Estado y de la Economía”.

La “persona humana” a la que hace referencia PJCh, no es un ser abstracto y etéreo como el individuo-consumidor al que hace referencia la teoría económica del mercado y la teoría democrática neoliberal que muchos defienden en nuestro país. La persona humana de la que habla PJCh, es una persona real, con aspiraciones y necesidades concretas condicionadas por fuerzas históricas que se manifiestan en espacios de acción determinados. Desde esta perspectiva, el humanismo que orienta la visión del Estado y del Mercado de PJCh es materialista.

El materialismo –en el humanismo materialista cristiano— hace referencia a una vision de la realidad social como una condicion determinada por el drama existencial de la persona humana, en sus expresiones vitales -objetivas y trascendentes o espirituales- más básicas y concretas. En este sentido, el humanismo materialista cristiano es anti-idealista, si por idealismo se entiende una visión de la realidad social como una condición determinada por ideas que flotan sobre la realidad, determinándola.

El humanismo de PJCh es materialista porque su filosofía política y su crítica contra el somocismo, se nutren de una comprensión analítica e intuitiva profunda de la compleja realidad histórica de Nicaragua. De esta comprensión, PJCh deriva la convicción de que en una sociedad con las características de la nuestra, no será posible alcanzar el progreso y la paz, mientras nos empecinemos en defender la libertad que sacrifica la justicia, o la justicia que sacrifica la libertad.* *

Así pues, la lucha de PJCh por la “limpieza en el proceso electoral, el entierro definitivo de las ideas dinásticas, la abominación de los caudillismos, de las castas privilegiadas y de los fraudes”, no constituyen un fin en sí misma, sino un medio para responder a las necesidades humanas más urgentes en nuestra sociedad. Dice PJCh: “La reforma política en Nicaragua debe de provocar la concepción del gobierno como un instrumento encaminado principal y casi exclusivamente al beneficio de los más pobres, mientras haya pobres. Ninguna obra de progreso es buena, si no es para el progreso de los más pobres.”

Finalmente, el cristianismo --en el humanismo materialista cristiano--, expresa un doble reconocimiento. En primer lugar, el cristianismo –independientemente de sus limitaciones y deformaciones-- funciona como la matriz valorativa dentro de la que se ordena el sentido de la realidad nicaragüense. En segundo lugar, el cristianismo –como doctrina religiosa y como ética de vida—está impregnado de valores y principios que favorecen el desarrollo integral de la condición humana.

PJCh como humanista y como creyente, reconocía la presencia y la pertinencia del cristianismo. Reconocía, por lo tanto, que la verdadera transformación de las estructuras que reproducen miseria, opresión e indignidad en Nicaragua, tendría que ser el resultado de una transformación cultural y más concretamente, cristiana. PJCh: “si nuestra Nicaragua va a salvarse, sólo será a través de un auténtico cambio cuya base está en las esencias cristianas tan olvidadas muchas veces, y estas esencias sólo pueden comenzar a tener validez, cuando se rectifica con valor el error cometido, y se parte directamente y sin miedo desde esa rectificación hacia la construcción de una sociedad más justa en lo social, en lo económico y en lo político”.

Seamos como Pedro

En la sequía ética que vive nuestro país, los nicaraguenses, y especialmente la juventud, debemos mantener vivo el ejemplo de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. El nos recuerda y nos reclama lo que los nicaragüenses podemos y debemos hacer. Imaginemos su voz: “Entendamos las cosas claramente. El dilema de los jóvenes es arduo, pero no complicado: o están con el pasado lleno de vicios y rencores, repleto de lucro sin límite, ausente de sentido social y cristiano, oscurecido por una sola meta que es el enriquecimiento a toda costa, aún usando bienes del Estado, o están con el presente que debe ser encauzado hacia lo contrario, es decir, a extirpar rencores, a concluir con las explotaciones, a llenar la vida de sentido social, a impedir el enriquecimiento ilimitado de unos pocos y a lograr de cualquier modo, una justa distribución de la riqueza nacional”.





* Andrés Pérez Baltodano, La subversión ética de la realidad: crisis y renovación del pensamiento crítico latinoamericano. Managua: Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA), Universidad Centroamericana, 2009.

* * PJCh hubiese rechazado el concepto de “materialista” como descriptor de su filosofía política para distanciarse del burdo materialismo propagado por el marxismo latinoamericano de su época que él consistentemente rechazó. Por esta razon hubiese preferido hablar, como efectivamente lo hizo, de “humanismo espiritualista cristiano”. Estoy seguro, sin embargo, que PJCh hubiese aceptado el sentido que adquiere el concepto “materialista” en el humanismo materialista cristiano, ya que éste incorpora el sentido trascendente que expresa el “espiritualismo” de PJCh. Este tema lo ampliaré en este blog y, sobre todo, en mi libro sobre la filosofía política de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.



Todas las citas a PJCh están tomadas del libro La patria de Pedro: El pensamiento nicaragüense de Pedro Joaquín Chamorro. Managua: La Prensa, 1981.

La corte de los milagros

Sofía Montenegro
28/9/2010

Prodigios y conjuros

Atrapado entre la obsesión reeleccionista y los efectos desastrosos de la lluvia, Daniel Ortega ha recurrido a “refundir” la Constitución, convocar a una sesión ilegal de la Asamblea y a hablar con el propio Dios, para que no quede dudas que él como su majestad divina, es omnipresente (está en todos partes), es omnipotente (puede hacer lo que le da la gana) y es omnisciente (sabe todo). Su consorte, que preside el Ministerio de la Magia aseguró -teniendo como testigos a una bancada de reverendos evangélicos y a un cardenal católico de planilla- que “Dios nuestro Señor opera milagros porque desde el jueves pedíamos que este fenómeno que nos amenazaba (el huracán) se desviara”. Algo perfectamente normal dado que según afirmó “Nicaragua es un país donde se producen milagros y prodigios todos los días”. Casi podía oírse en el fondo los arpegios de cítaras y arpas cuando Ortega en el momento cumbre alzó en su mano la Biblia y contó que había pedido a Dios que alejara la tormenta. Dicho y hecho: “Dios mandó a desaparecer el huracán”, dijo Ortega, lo que provocó las exclamaciones y el aplauso de los pastores que le hacían coro. Tras estas declaraciones se espera que renuncie el director de INETER y se denuncie la meteorología como una falsa ciencia por haber mostrado en la tele con anterioridad la ruta de desvío del huracán, desmintiendo el milagro. Pero sobre todo, por dejar en entredicho el conjuro “¡Meteolojinx recanto!” usado por Harry Potter y lanzado con disimulo por la primera dama para desviar al Matthew.

Indulgencias y bendiciones

Si Martín Lutero hubiese visto al grupo de líderes protestantes (¿?) usando la Biblia y el huracán de pretexto para vender indulgencias para el continuismo de Ortega en el poder, seguramente les hubiese hecho tragar sus 95 tesis contra el abuso y la avaricia. La indulgencia era el perdón de los pecados por la iglesia, a cambio de dinero que se colectaba tras contemplar reliquias “santas”. Así, se mostraban frascos con la leche de la Virgen María, paja del pesebre del niño Jesús y hasta el cadáver de un bebé masacrado por Herodes en la iglesia de Wittemberg, misma donde un indignado Lutero clavó su protesta. Era tal el negocio que se decía que “tan pronto como una moneda en los cofres suena, un alma del purgatorio escapa de su pena”. Ante semejante estafa, Lutero mandó a los Papas al carajo y dijo que de ahí en adelante, lo único que valía era la Biblia y la fe en Cristo, declarando que “el tiempo de los milagros ha pasado”. Algo de lo que al parecer no se han enterado ni Ortega ni los reverendos, quienes le dieron sus `bendiciones’ a cambio del respaldo oficial y privilegios: títulos de propiedad de los templos, un “parque de la Biblia” y 25 mil biblias de regalo. Como diría el artífice de la Reforma: “La superstición, la idolatría y la hipocresía cuentan con grandes salarios, la verdad es mendiga”.

Dementores y simonías

Se ha dicho que la magia es el arte de efectuar prodigios por medio de sortilegios y que la magia se halla en todas las religiones, en forma de milagro. De ahí que Daniel y su consorte no tengan ningún problema en ir y venir de la magia a la religión, siendo que la principal diferencia entre ambas según Durkheim es que la religión tiene siempre una iglesia, mientras que el mago trabaja para sí mismo. En el caso de nuestro presidente, más que en la categoría de mago entraría en la de Dementor esa criatura viscosa y oscura, guardián de la prisión de Azkaban, que absorbe la esperanza y la alegría de la gente y persigue implacablemente a Harry Potter. Mala cosa esta de que los pastores evangélicos no hayan aprendido nada de la experiencia de Simón el Mago –de donde deriva la palabra simonía- que quiso comprar a los apóstoles el poder de transmitir el Espíritu Santo y que significa un verdadero beso del Dementor pues deja a la persona sin alma y sin prestigio (sólo basta ver como quedó el cardenal). Les tocaba pues haber respondido como el apóstol Pedro: "vaya tu dinero a la perdición y tú con él pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero” o al menos, repelerlo con el encantamiento de Harry Potter: “¡Expecto Patronum!”

Pentecostalismo orteguista

Que Daniel Ortega afirme que mantiene una biblia en su cuarto para “consultarla permanentemente” y haya leído el Salmo 91 es cosa increíble hasta para una saga potteriana y sólo comprable por crédulos o tartufos. Se trata de una oración de protección que exhorta a tomar a Dios por refugio y si uno lo hace, será guardado por el cielo, librado de los poderes de las tinieblas, cuidado por ángeles y triunfará sobre los enemigos. La parte que le repica al señor presidente es la que dice: “No temerás los miedos de la noche, ni la flecha disparada de día, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni la plaga que azota a pleno sol. Aunque caigan mil hombres a tu lado y diez mil a tu diestra, tu permaneces fuera de peligro; su lealtad te escuda y te protege”. Con este salmo, que a mi me suena como a la Oración del Puro que invocan delincuentes y ladrones, Ortega abrió la rogativa que -como en una corte medieval- se realizó con los predicadores para alejar la tormenta. Como la biblia es la palabra de Dios y “nuestro presidente la tiene” según dijo un pastor, entonces está salvo por la magia de la fe de estos pentecostales y se “sacraliza” la política del poder. No sé por qué esto me recuerda aquello que dijo Jesús a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen”.

Esta política no es mala, es peor…

Onofre Guevara López

END - 19:53 - 27/09/2010
El juego político entre el partido gobernante y los partidos de la oposición oficial, consiste, fundamentalmente, en mentir, hacer zancadillas, utilizar mañas, crear conflictos artificiosos, arreglar sobornos y cometer traiciones. Estas prácticas han creado una cultura política de bajos quilates, con la cual frustran a la población, le ocultan los problemas vitales del país y la acostumbran a esperar los resultados como hechos fatales.



Detrás del juego, donde el que obtiene “más victorias” es quien dispone de los recursos del Estado, se ocultan las contradicciones económicas, políticas y sociales entre las clases. Más oculta queda cómo sacan las ganancias de las fuentes principales de la economía nacional, incluyendo la cooperación extranjera.



Este control del poder del Estado no es definitivo, porque no elimina las contradicciones. Por ello surgen las luchas políticas que se libran en los terrenos legislativo, judicial, económico y electoral. En esos terrenos es donde el orteguismo ha logrado sus “victorias”; el control del Poder Ejecutivo por sobre los demás poderes, lo consiguió después de su fraudulenta, acelerada y siempre sórdida acumulación de capital. Ahora, está empeñado en utilizarlo para lograr la reelección, al costo que fuere.



Con el control estatal y dueño de un gran capital en constante ampliación, haciendo negocios con los mecanismos del Estado, el orteguismo no se ha dedicado a gobernar, en el sentido de hacer avanzar al país y sacar de la miseria a las amplias masas que la padecen históricamente, sino a consolidar sus poderes para comprarse la reelección.



Eso y más se oculta tras la política cirquera que se practica en la Asamblea Nacional, donde a la Constitución la hacen dar saltos mortales. Y, entre lo “más”, se incluye la armonía de intereses económicos de alto volumen que el orteguismo ha logrado con el gran capital tradicional que representa Carlos Pellas, y éste, se hacer representar por el Cosep. Hay una mutua complacencia: el orteguismo aplica una recaudación fiscal, según lo define el Cosep, y éste y sus representados “no se meten en política”, porque su política –que es hacer capital— está protegida por Ortega.



Así se gana su indiferencia, y lo dejen hacer lo que él quiera para seguir en el poder. En la construcción de esa armonía, y después de obtener ganancias con la quiebra del Interbank, el orteguismo se hizo un buen cliente del sistema financiero privado, además de dividirse para explotarlas, las áreas más solventes de la economía nacional. No es casual que los grandes capitalistas sólo hablen tímidamente sobre la reelección; que el Cosep sólo tenga encuentros simpáticos y fructíferos con el presidente.



Los intereses económicos de los partidos oficialmente opositores, son más de tipo personal y no tan grandes como los que representan Pellas y el Cosep, y se los juegan dentro de la Asamblea Nacional. No es que estos sectores políticos y el gran capital estén divorciados, sino que, como ellos no están con el tostador en las manos, no reciben su atención prioritaria. Si la posesión del poder cambiara, los grandes grupos económicos volverían a tolerar y a complacerse con cualquier ladrón en la presidencia, como lo han hecho en el pasado.



Por esas causas, y ante una perspectiva electoral fraudulenta, la ciudadanía está desmovilizada. Un gran sector no alcanza ver más allá del círculo Ortega-Alemán-Montealegre. La única persona que ha logrado figurar a última hora como candidato de “consenso” es Fabio Gadea Mantilla, propuesto por Montealegre. ¿Cuál es la posición de Gadea respecto de los grandes capitales que operan a la sombra del Estado? No lo sabemos. Pero sabemos que no transige con este gobierno, su corrupción, sus violaciones a las leyes ni su mando antidemocrático.



¿Y cuál fue su posición ante la corrupción encabezada por su consuegro? Si aún es miembro del PLC, y uno de sus diputados en el Parlacén, no es por haber sido crítico. Esto hace pensar en que su rivalidad con Alemán es porque se excluyen mutuamente en la lucha por la candidatura.



Pese a eso, a las primeras menciones de Gadea Mantilla ha habido un desborde de opiniones a su favor de sectores políticos y sociales del campo y de la ciudad, ante los cuales él representa una opción política decente, y por ser hombre de trabajo, cualidad ausente en la mayoría de los políticos. Pero hay otros factores: Alemán, como candidato, sólo es aceptable para Ortega y por cada vez menos liberales.



La gente que le apoya quizá no necesita saber que Gadea Mantilla se forjó como trabajador sencillo desde los primeros años cincuenta del siglo pasado, para opinar que esa su cualidad es la que ha despertado sus simpatías. Talvez no necesite saber que en su pasado más remoto demostró tolerancia política, para reconocerle esa cualidad.



La gente sabe, sin duda, que todo político tiene lados positivos y negativos, según donde esté ubicada ideológicamente. Uno de los lados positivos de Gadea Mantilla lo demostró en su inicio como propietario radial: a poco tiempo de inaugurada Radio Corporación (1965), bajo plena dictadura, transmitió en vivo un foro político entre el doctor Pedro Joaquín Chamorro y el sociólogo Reynaldo Antonio Téfel, por la corriente socialcristiana, y el doctor Álvaro Ramírez González y el psiquiatra Mario Flórez Ortiz, por la corriente marxista, representadas ambas dentro de la oposición de entonces. Con la transmisión de este foro político, Gadea Mantilla se jugó la suerte de una radio que apenas había salido al aire, y por ello, estaba más expuesta a las represalias de la dictadura.



Otros sectores ven negativo en Gadea Mantilla su fundamentalismo religioso y su posición conservadora respecto al aborto terapéutico. Pero nada de esto es exclusivo suyo; Daniel Ortega también lo comparte, con la diferencia de que lo hace por demagogia, y en Gadea es parte de su formación ideológica.



La gente tiene más aprecio por la honestidad, que es tan escasa entre los políticos; pasa como en el cuento del país de los ciegos: quien tiene un ojo, es el rey. Y, en medio de tantos “ciegos” de ética, para los ciudadanos Gadea Mantilla es el rey.



Conociendo esos criterios, no me extrañé al oír la siguiente opinión: Gadea Mantilla tiene un pensamiento conservador, hasta cierto punto arcaico, pero es un hombre honesto y trabajador. En esta etapa, la lucha es por la democracia, y contra la corrupción, lo cual lo podría hacer de él un buen aliado si, además, enarbolara un buen programa de gobierno, pues aquí, y ahora, no se lucha por el socialismo, sino por salir de un régimen corrupto y antidemocrático.



Tampoco, pienso yo, aquí nadie está dispuesto a montar una guerra por motivos religiosos. Como fuere la suerte final de la propuesta de Gadea Mantilla –o de cualquier otro— lo esencia para enfrentar el autoritarismo de Ortega es sacar la política del círculo vicioso y trivial de las cúpulas partidarias, y llevar la lucha a las calles, donde el pueblo pueda ser el protagonista de los cambios que el país necesita.

martes, 21 de septiembre de 2010

Engaño en la publicidad política

Onofre Guevara López

La profusión de gigantescos rótulos con publicidad electorera, fuera de ley de tiempo de Daniel Ortega, revela –aparte de su fabuloso coste económico—, su creencia de que la publicidad es infalible cono vendedora de toda la gama de productos y servicios. La publicidad política, piensa en vender la imagen del candidato, aunque sus cualidades como “producto” humano no se reflejen en el empaque. Hay especialistas que aseguran que la “televisión –en nuestro caso, también el efecto visual del rótulo— es útil para el político simpático, pero sin ideas.”

Quizás estén en lo cierto. Se todos modos, no son los publicistas quienes determinan el resultado final, sino los hechos, las actitudes y acciones del político publicitado. ¿Cuáles son –por ejemplo— los hechos, las actitudes y las acciones de Daniel Ortega, capaces de convencer a la gente que compre su imagen de “prócer”? Ahí es donde lo profuso y costoso de la publicidad no cuenta, y la campaña muestra su debilidad y su poca efectividad vendedora. Frente a la terquedad de los hechos, no pasa la prueba.



No se ignora la audacia de los publicistas, porque, conociendo esas debilidades, no se detienen, y sea por conveniencia económica o política, llevan a cabo simultáneamente otra campaña que consiste en tratar de hacer que las cualidades del publicitado coincidan con los hechos y no al contrario. Sitúan a Ortega, cual dotado con el don de la ubicuidad, en todos los frentes de la guerra revolucionaria, aunque nunca estuvo en ellos, o sólo por poco tiempo en uno de ellos. Junto a eso, “invisibilizan” a los comandantes que realmente estuvieron.



Como eso no es suficiente para construir un “prócer” artificial, sus publicistas van más allá de lo racional: abusan de las imágenes de Andrés Castro, Rubén Darío y Augusto C. Sandino para que –en los rótulos— les sirvan de enganche a la idea de que en valor, sabiduría y heroísmo ellos son precursores de Daniel Ortega, y éste, a su vez, es su continuador. Truco publicitario no consumible. Pero hay algo más sombrío en la venta de su imagen: han omitido a quien más podría acercarse a los tres personajes históricos citados, Carlos Fonseca Amador.



El afán de Ortega por crearse la imagen de continuador de las cualidades de valor, sabiduría y heroísmo, encuentra un estorbo en Carlos Fonseca. Y no tuvo empacho en eliminarlo de sus cuadros publicitarios. Sobre tal hecho, las posibilidades de especular son infinitas, porque el hecho mismo es un infinito proveedor de motivos razonables para ello. Primero, lo dicho: para “hallar” en Ortega al hombre-síntesis de los tres héroes nacionales, tuvo que saltar por sobre el fundador del Frente Sandinista.



Después, y no menos importante como razón de su “olvido”, está el hecho de que Carlos Fonseca, expulsó de esta organización a Daniel Ortega. Pero, tratándose de la ausencia física del responsable de esa expulsión, y que sólo los dirigentes contemporáneos de Fonseca en el Frente conocen bien los detalles, no insistiré en este hecho. No obstante, cualquiera advierte que –a diferencia de Castro, Darío y Sandino— la vida y la acción de Fonseca es muy cercana a la vida de viejos sandinistas, y eso a Ortega le impide compararse con él, y falsear su imagen, por lo cual, mejor lo marginó.



Me parece importante otra cuestión: el proyecto que Ortega lleva a cabo de forma atropellada y con abusos económicos, Carlos Fonseca lo estuviera combatiendo. Porque él fue intransigente con la corrupción somocista, y sería imposible hasta imaginar que sería tolerante con la corrupción actual. Al respecto, vale la pena reproducir algo que Carlos escribió en: “Desde la cárcel yo acuso a la dictadura”:



“Yo acuso a los cabecillas del gobierno somocista de asaltar a lo largo de treinta años al sufrido pueblo de Nicaragua para acumular, no la ridícula suma de cincuenta mil córdobas, sino cantidades fabulosas que suman, más bien varios millones de córdobas; dicho para que lo entienda la gente sencilla, sumas que se escriben con siete números o cifras.”



Y si lo trascrito dejara alguna duda de la condena de Carlos Fonseca a los robos a la sombras del Estado, hay algo más en sus siguientes preguntas-respuestas (para encontrar similitudes con los hechos actuales):



“¿De dónde han salido los aviones de Lanica? Del asalto de la familia Somoza al pueblo.

“¿De dónde han salido los trescientos latifundios? Del asalto al pueblo.

“De dónde han salido Montelimar y La Fundadora? Del asalto al pueblo.

“¿De dónde han salido las diez mil casas? Del asalto al pueblo.

“¿De dónde han salido los millones de dólares depositados en los bancos yanquis y suizos? Del asalto de la familia Somoza al pueblo de Nicaragua.”



El lector sólo tiene que cambiar de nombres, y hallará una asombrosa similitud con lo que ocurre ahora. Y lo saben, mejor que nadie, los jerarcas del orteguismo. Entonces, se entiende fácil porqué los ejemplos tan cercanos de CFA le hacen imposible a ellos establecer comparaciones con su jefe, Ortega. Bastaría conocer algo de su conducta personal altamente ética y de su incuestionable moralidad política, para estar seguro de que no apoyaría en nada la conducta de este gobierno.



Si todo lo que conocemos de este gobierno es condenable, imposible imaginar –sería una ofensa a su memoria—, que Carlos Fonseca Amador, podría transigir con abusos e inmoralidades. Para aproximarse más a la verdad que la imaginación, leamos en la parte final de su documento citado: “No quiero terminar este mensaje sin dejar constancia de mi reconocimiento a la firmeza del compañero sandinista, el ex mexicano Víctor Manuel Tirado, que junto conmigo sufre prisión.” Y ahora, la pregunta lógica: ¿en dónde y con quién está Víctor Manuel Tirado, sino en la lucha contra la corrupción orteguista?



Volviendo al afán de Ortega por convertirse en “prócer”, debo suponer que él piensa igual que Harry Treleaven, publicista de Richard Nixon, cuyo criterio es que: “La mayoría de la gente vota por motivos irracionales y emocionales, más que por las causas que creen los políticos.” También es oportuno recordar la siguiente anécdota de la publicista Della Femina, sobre cómo pretende engañar la publicidad política:



Ella reprodujo un comercial que decía: “Sólo un hombre odia tanto la guerra como para detenerla. Fue herido en la guerra y sabe lo terrible que puede ser.” Después, ella preguntó a su auditorio si votaría por ese hombre, y todos levantaron las manos en señal de aprobación. Luego, ella dijo: “No bajen las manos, hasta que les diga el nombre de ese candidato… ¡Adolfo Hitler!” (*)



Pero el pueblo nicaragüense, no es ingenuo como el auditorio de la señora publicista: sabe que tras los conceptos “cristiano, socialista y solidario”, no está un revolucionario, sino un caudillo autoritario y mentiroso.



(*) Las citas son tomados del libro “¿Quién le teme a la publicidad?”, de Alberto Borrini.

martes, 14 de septiembre de 2010

Lenguaje engañoso y sectarismo corrosivo


Onofre Guevara López
Parecerá una perogrullada decirlo, pero también se me antoja necesario: la política nacional, pese a la incidencia de su caudillismo ramplón, no es tan simple como para hacer las calificaciones políticas usando como prefijo la preposición anti. Peor aún, pintar las posiciones políticas con el blanco de la izquierda y el negro de la derecha, o viceversa, contrasta con la vida misma, tan llena de matices, y a la cual se la empobrece con el sectario lenguaje político, al que se hace pasar como lucha “ideológica”.

Ese lenguaje ayuda a construir la intolerancia que lucen los sectores políticos, con el juego simple de que lo bueno, justo y correcto es lo mío, y lo incorrecto, injusto y malo es lo del otro. Pensando y actuando con ese esquema, en nuestro país se ha llegado al absurdo de considerar normal la ausencia de valores en la conducta de nuestros gobernantes, porque antes, el presidente anterior hizo algo más condenable desde el poder. Si quien roba al Estado es de nuestro partido, por ejemplo, es poca cosa en relación con lo que le robó al Estado el del otro partido. Y de esta forma, la corrupción avanza incontenible, y “justificada”. Al final, lo moral y jurídicamente condenable del uno y del otro siguen impunes.

Eso se ha vuelto una cadena sin sentido y corrosiva de la moralidad pública, alimentada por la inmoralidad personal. En términos concretos, y ejemplarizando los pretextos, para el orteguismo la corrupción no existe, y si la fuerza de los hechos se la pone de frente, entonces se vuelve una bagatela en comparación con la corrupción del arnoldismo. Por su lado, y sin pena alguna, Alemán pretende echar una cortina de amnesia sobre la corrupción en su pasado gobierno, y hasta se atreve a presentar su candidatura como garantía de transparencia.

Con ese discurso –con demagogia y mentiras elaborado—, los caudillos han adormecido a su clientela y, en estado de enajenación, la hacen desgastarse en mutuas acusaciones, no importa lo grave que éstas sean, porque no logran sensibilizarse ante nada, menos por los conceptos de la honradez y de otros valores, y se embarcan en la defensa ciega de su respectivo caudillo. Su clientela la forma lo más atrasado de los respectivos partidos, pero no son las únicas que funcionan, pues también están poblados de oportunistas de toda calaña que no actúan por engaño, sino por intereses bien calculados.

Junto a esas condiciones, y amparados en ellas, ambos caudillos han montado una conspiración contra el pueblo y el país. Entre acusaciones y defensas a la vez, se absuelven mutuamente. Y con el Pacto Ortega-Alemán, han construido una alianza de hecho para lograrse su impunidad y para seguir administrando al país a medias, conforme sus propios métodos de corrupción, sin dejar de atacarse de mentiras.

Los que cogen el pleito en serio son sus engañadas bases. Ortega ha logrado hacer pasar ante su clientela la ambición por reelegirse como la lucha del Frente Sandinista por darle continuidad a la revolución, a la que le ha puesto el sello de “segunda etapa”. Así, su clientela no logra ver que para alcanzar su objetivo, está cercenando libertades públicas; drenando los recursos del Estado –en especial la ayuda venezolana— hacia los negocios personales; montando empresas privadas, utilizando los mecanismos del Estado; pisoteando las leyes y la Constitución; en fin, decidiendo retar a la historia nicaragüense, aparentando ignorar que la Constitución no le permite ser candidato a la presidencia ahora y nunca más.

Pero hay sectores no militantes del orteguismo –incluso algunos militantes— que le critican a Ortega su pretensión de reelegirse y no muestran la menor simpatía por su autoritarismo. Sin embargo, caen en el juego de las comparaciones sectarias, y objetivamente le justifican cuando, al hacer la suma, “descubren” que Ortega está más a favor del pueblo. Al menos –dicen— este gobierno se preocupa por alfabetizarlo, lo que nunca le interesó a otros gobiernos; le ofrece salud gratuita; le otorga ventajas que jamás pensaron dar los otros gobiernos, etcétera. Todo esto lo ven positivo, aunque en la realidad nada se cumpla al ciento por ciento.

Y, aun cuando fueran cumplidas totalmente, no alcanzan a ver, marginan o justifican la corrupción y la represión para “garantizar los programas sociales”. No le miran como portador de los antivalores que antes combatió. Con esa visión parcial, prácticamente truecan lo que llaman interés por el pueblo, por la omisión, adulteración o violación de las leyes, los valores democráticos de la Constitución y los derechos ciudadanos en general.

Castrar de tal forma la revolución, hacer omisión de los valores éticos del revolucionario, es ir contra la esencia humanista de una verdadera revolución, de su razón de ser. Si ésta no se piensa ni se hace en función del ser humano explotado y víctima de las injusticias, es no sólo renunciar a ella, sino también mutarla en una contrarrevolución.

¿Qué clase de sociedad “socialista” se puede edificar sobre la base del engaño, del robo y la privatización de los bienes públicos, del cercenamiento de los derechos de los ciudadanos que no aceptan la humillación de perderlos ante los abusadores del poder ni la concentración abusiva de los bienes del Estado en sus manos? El orteguismo da una pretendida respuesta social al capitalismo egoísta, llegando al mismo sistema por una vía distinta: los capitalistas secuestran la economía y sus beneficios y –aunque a regañadientes— aceptan los reclamos por las libertades; el orteguismo secuestra las libertades, la economía y los privilegios.

La defensa que, en general, hacen los sectores de oposición de las garantías constitucionales, de los derechos democráticos y contra la absorción de las instituciones de tradición democráticas para convertirlas en instrumentos de la reelección, el orteguismo la condena con los epítetos más groseros. Todo crítico opositor, aunque no tenga dónde caer muerto, es un “oligarca”, según sus cánones seudo clasistas. Y actúan como si los vicios de los otros justificaran sus propios vicios.

Algunos, talvez con buena intención, no advierten ese juego del orteguismo, y se ponen a sacar los defectos, vicios y corrupciones de sectores de oposición, ciertos por demás en algunos casos, pero caen en la ingenuidad de trocar las “reformas sociales” –que muchas son más pregones que productos reales—, por los valores, la moral y la ética. El brillo de las frases les impide tener una visión real de la política y les incapacita para poder distinguir la lucha partidaria limitada y sectaria de la lucha amplia por el interés nacional.

La necesidad de situarse correctamente en esta situación no es asunto de la ideología que se diga sustentar, la posición partidaria que se adopte, ni la religión que se profesa. Es asunto de practicar la honestidad consigo mismo, con el pueblo, el país y la humanidad.