martes, 21 de septiembre de 2010

Engaño en la publicidad política

Onofre Guevara López

La profusión de gigantescos rótulos con publicidad electorera, fuera de ley de tiempo de Daniel Ortega, revela –aparte de su fabuloso coste económico—, su creencia de que la publicidad es infalible cono vendedora de toda la gama de productos y servicios. La publicidad política, piensa en vender la imagen del candidato, aunque sus cualidades como “producto” humano no se reflejen en el empaque. Hay especialistas que aseguran que la “televisión –en nuestro caso, también el efecto visual del rótulo— es útil para el político simpático, pero sin ideas.”

Quizás estén en lo cierto. Se todos modos, no son los publicistas quienes determinan el resultado final, sino los hechos, las actitudes y acciones del político publicitado. ¿Cuáles son –por ejemplo— los hechos, las actitudes y las acciones de Daniel Ortega, capaces de convencer a la gente que compre su imagen de “prócer”? Ahí es donde lo profuso y costoso de la publicidad no cuenta, y la campaña muestra su debilidad y su poca efectividad vendedora. Frente a la terquedad de los hechos, no pasa la prueba.



No se ignora la audacia de los publicistas, porque, conociendo esas debilidades, no se detienen, y sea por conveniencia económica o política, llevan a cabo simultáneamente otra campaña que consiste en tratar de hacer que las cualidades del publicitado coincidan con los hechos y no al contrario. Sitúan a Ortega, cual dotado con el don de la ubicuidad, en todos los frentes de la guerra revolucionaria, aunque nunca estuvo en ellos, o sólo por poco tiempo en uno de ellos. Junto a eso, “invisibilizan” a los comandantes que realmente estuvieron.



Como eso no es suficiente para construir un “prócer” artificial, sus publicistas van más allá de lo racional: abusan de las imágenes de Andrés Castro, Rubén Darío y Augusto C. Sandino para que –en los rótulos— les sirvan de enganche a la idea de que en valor, sabiduría y heroísmo ellos son precursores de Daniel Ortega, y éste, a su vez, es su continuador. Truco publicitario no consumible. Pero hay algo más sombrío en la venta de su imagen: han omitido a quien más podría acercarse a los tres personajes históricos citados, Carlos Fonseca Amador.



El afán de Ortega por crearse la imagen de continuador de las cualidades de valor, sabiduría y heroísmo, encuentra un estorbo en Carlos Fonseca. Y no tuvo empacho en eliminarlo de sus cuadros publicitarios. Sobre tal hecho, las posibilidades de especular son infinitas, porque el hecho mismo es un infinito proveedor de motivos razonables para ello. Primero, lo dicho: para “hallar” en Ortega al hombre-síntesis de los tres héroes nacionales, tuvo que saltar por sobre el fundador del Frente Sandinista.



Después, y no menos importante como razón de su “olvido”, está el hecho de que Carlos Fonseca, expulsó de esta organización a Daniel Ortega. Pero, tratándose de la ausencia física del responsable de esa expulsión, y que sólo los dirigentes contemporáneos de Fonseca en el Frente conocen bien los detalles, no insistiré en este hecho. No obstante, cualquiera advierte que –a diferencia de Castro, Darío y Sandino— la vida y la acción de Fonseca es muy cercana a la vida de viejos sandinistas, y eso a Ortega le impide compararse con él, y falsear su imagen, por lo cual, mejor lo marginó.



Me parece importante otra cuestión: el proyecto que Ortega lleva a cabo de forma atropellada y con abusos económicos, Carlos Fonseca lo estuviera combatiendo. Porque él fue intransigente con la corrupción somocista, y sería imposible hasta imaginar que sería tolerante con la corrupción actual. Al respecto, vale la pena reproducir algo que Carlos escribió en: “Desde la cárcel yo acuso a la dictadura”:



“Yo acuso a los cabecillas del gobierno somocista de asaltar a lo largo de treinta años al sufrido pueblo de Nicaragua para acumular, no la ridícula suma de cincuenta mil córdobas, sino cantidades fabulosas que suman, más bien varios millones de córdobas; dicho para que lo entienda la gente sencilla, sumas que se escriben con siete números o cifras.”



Y si lo trascrito dejara alguna duda de la condena de Carlos Fonseca a los robos a la sombras del Estado, hay algo más en sus siguientes preguntas-respuestas (para encontrar similitudes con los hechos actuales):



“¿De dónde han salido los aviones de Lanica? Del asalto de la familia Somoza al pueblo.

“¿De dónde han salido los trescientos latifundios? Del asalto al pueblo.

“De dónde han salido Montelimar y La Fundadora? Del asalto al pueblo.

“¿De dónde han salido las diez mil casas? Del asalto al pueblo.

“¿De dónde han salido los millones de dólares depositados en los bancos yanquis y suizos? Del asalto de la familia Somoza al pueblo de Nicaragua.”



El lector sólo tiene que cambiar de nombres, y hallará una asombrosa similitud con lo que ocurre ahora. Y lo saben, mejor que nadie, los jerarcas del orteguismo. Entonces, se entiende fácil porqué los ejemplos tan cercanos de CFA le hacen imposible a ellos establecer comparaciones con su jefe, Ortega. Bastaría conocer algo de su conducta personal altamente ética y de su incuestionable moralidad política, para estar seguro de que no apoyaría en nada la conducta de este gobierno.



Si todo lo que conocemos de este gobierno es condenable, imposible imaginar –sería una ofensa a su memoria—, que Carlos Fonseca Amador, podría transigir con abusos e inmoralidades. Para aproximarse más a la verdad que la imaginación, leamos en la parte final de su documento citado: “No quiero terminar este mensaje sin dejar constancia de mi reconocimiento a la firmeza del compañero sandinista, el ex mexicano Víctor Manuel Tirado, que junto conmigo sufre prisión.” Y ahora, la pregunta lógica: ¿en dónde y con quién está Víctor Manuel Tirado, sino en la lucha contra la corrupción orteguista?



Volviendo al afán de Ortega por convertirse en “prócer”, debo suponer que él piensa igual que Harry Treleaven, publicista de Richard Nixon, cuyo criterio es que: “La mayoría de la gente vota por motivos irracionales y emocionales, más que por las causas que creen los políticos.” También es oportuno recordar la siguiente anécdota de la publicista Della Femina, sobre cómo pretende engañar la publicidad política:



Ella reprodujo un comercial que decía: “Sólo un hombre odia tanto la guerra como para detenerla. Fue herido en la guerra y sabe lo terrible que puede ser.” Después, ella preguntó a su auditorio si votaría por ese hombre, y todos levantaron las manos en señal de aprobación. Luego, ella dijo: “No bajen las manos, hasta que les diga el nombre de ese candidato… ¡Adolfo Hitler!” (*)



Pero el pueblo nicaragüense, no es ingenuo como el auditorio de la señora publicista: sabe que tras los conceptos “cristiano, socialista y solidario”, no está un revolucionario, sino un caudillo autoritario y mentiroso.



(*) Las citas son tomados del libro “¿Quién le teme a la publicidad?”, de Alberto Borrini.

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